La responsabilidad del IFE y Fox
josé gil olmos
México, D.F., 28 de junio (apro).- Al cierre de la campaña electoral más agitada que ha tenido el país en muchos años, la responsabilidad del IFE y del presidente Vicente Fox ha dado mucho qué decir.
La polarización social a la que se ha llegado y los temores que hoy rondan sobre un eventual fraude electoral, son dos factores que pudieron evitarse si el Instituto y el presidente de la República hubieran actuado con la neutralidad y capacidad que se esperaba de ellos.
Es evidente que la sociedad mexicana ha sido llevada a una polarización política producto de una excesiva campaña negativa que inició el PAN con el apoyo total del gobierno del presidente Fox en contra de la izquierda y Andrés Manuel López Obrador. A últimas fechas los empresarios se sumaron a esta campaña negativa, pero llevando al extremo de acusar de violencia armada a los perredistas.
La respuesta de los perredistas a esta campaña panista y del gobierno, centrada principalmente en la televisión, profundizó la diferencias sociales y con ello se produjo esta confrontación que ya vemos en las calles; incluso entre los conocidos y familiares donde se llega a creer que si López Obrador gana, será “un peligro para México”, porque les quitará los empleos, las casas y la tranquilidad familiar.
Esta campaña oficial y panista ha concitado a la confrontación social y no se descarta que el día de la elección se llegue a la violencia funesta que empaña todo proceso democrático.
La responsabilidad del presidente Fox no era ninguna petición que no pudiera atender. Es lo que la ley y la sociedad exige a todo funcionario, imparcialidad en la actuación y resolver cualquier conflicto que pudiera empañar el desarrollo de un proceso electoral tan importante como el que ahora tenemos en puerta por definir.
La imparcialidad, el equilibrio y la ecuanimidad eran las responsabilidades que Fox como jefe de Estado tenía que cumplir y que no hizo, pues durante meses encabezó una campaña oficial mediante la que disfrazaba su apoyo a Felipe Calderón. Fue hasta después de la denuncia del PRI ante el IFE de que había utilizado miles de spots y sus giras de gobierno para impulsar la imagen calderonista, cuando se detuvo.
Pero aun así hizo intentos por denostar la figura y la campaña de uno de los candidatos a la Presidencia. Dijo que era una “aventura” peligrosa cambiar de modelo, como lo ha propuesto López Obrador, y hasta lo acusó de regresar al pasado.
Vicente Fox cayó en lo mismo que tanto criticó a Ernesto Zedillo cuando le pidió que sacara las manos de la elección presidencial del 2000, apoyando a Francisco Labastida. Metió las manos cuanto pudo y, además, dejó sueltos una buena cantidad de conflictos sociales, sindicales y políticos que han ensombrecido el horizonte electoral, tiñéndolo de violencia.
Una vez que fue obligado a retirarse del ring político electoral, el IFE comenzó a dar muestras de debilidad, algo que no puede permitirse en una contienda tan cerrada entre dos contendientes que se están acusando mutuamente.
A lo largo de estos meses de campaña se han publicado informaciones del uso de programas sociales del gobierno federal para inducir o coaccionar el voto en distintas regiones del país.
Proceso publicó este manipuleo del programa Oportunidades por parte de Josefina Vázquez Mota, exsecretaria de Desarrollo Social y actualmente coordinadora de la campaña de Felipe Calderón.
Luego vino la denuncia pública de la intromisión de la empresa Hildebrando, propiedad de Diego Zavala, cuñado de Felipe Calderón, en el padrón electoral.
A pesar de estas pruebas y de otras irregularidades más en las que han recaído los partidos y a últimas fechas los empresarios, el consejero presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, mostró una tibieza irresponsable.
De inmediato comenzaron a surgir los cuestionamientos a la entereza del IFE y de sus consejeros; así mismo se habló de la posibilidad de que no están a la altura de las circunstancias por el bajo perfil de cada uno de ellos, su inexperiencia, pero sobre todo por su inclinación hacia algunos personajes como Elba Esther Gordillo y al mismo candidato presidencial del PAN, lo que ninguno de ellos ha aclarado.
Con simples declaraciones de que no hay posibilidades de fraude trataron de acallar las denuncias de hechos presentadas ante la PGR por los propios partidos y sus militantes. Pero hasta ahí se quedaron, no se han investigado los alcances del uso de los programas sociales como Oportunidades ni el manipuleo en el Programa de Resultados Preliminares (PREP) con el cual darán a conocer los primeros conteos de los votos la noche del domingo 2 de julio.
El IFE y Fox tienen en sus manos la responsabilidad de llevar a buen puerto esta elección complicada y estratégica para los próximos años. Si algo no sale bien caerá sobre sus espaldas el peso de los errores, pero sobre todo de las consecuencias que podría acarrear una decisión que no esté apegada a la legalidad para beneficiar a uno de los candidatos.
México, D.F., 28 de junio (apro).- Al cierre de la campaña electoral más agitada que ha tenido el país en muchos años, la responsabilidad del IFE y del presidente Vicente Fox ha dado mucho qué decir.
La polarización social a la que se ha llegado y los temores que hoy rondan sobre un eventual fraude electoral, son dos factores que pudieron evitarse si el Instituto y el presidente de la República hubieran actuado con la neutralidad y capacidad que se esperaba de ellos.
Es evidente que la sociedad mexicana ha sido llevada a una polarización política producto de una excesiva campaña negativa que inició el PAN con el apoyo total del gobierno del presidente Fox en contra de la izquierda y Andrés Manuel López Obrador. A últimas fechas los empresarios se sumaron a esta campaña negativa, pero llevando al extremo de acusar de violencia armada a los perredistas.
La respuesta de los perredistas a esta campaña panista y del gobierno, centrada principalmente en la televisión, profundizó la diferencias sociales y con ello se produjo esta confrontación que ya vemos en las calles; incluso entre los conocidos y familiares donde se llega a creer que si López Obrador gana, será “un peligro para México”, porque les quitará los empleos, las casas y la tranquilidad familiar.
Esta campaña oficial y panista ha concitado a la confrontación social y no se descarta que el día de la elección se llegue a la violencia funesta que empaña todo proceso democrático.
La responsabilidad del presidente Fox no era ninguna petición que no pudiera atender. Es lo que la ley y la sociedad exige a todo funcionario, imparcialidad en la actuación y resolver cualquier conflicto que pudiera empañar el desarrollo de un proceso electoral tan importante como el que ahora tenemos en puerta por definir.
La imparcialidad, el equilibrio y la ecuanimidad eran las responsabilidades que Fox como jefe de Estado tenía que cumplir y que no hizo, pues durante meses encabezó una campaña oficial mediante la que disfrazaba su apoyo a Felipe Calderón. Fue hasta después de la denuncia del PRI ante el IFE de que había utilizado miles de spots y sus giras de gobierno para impulsar la imagen calderonista, cuando se detuvo.
Pero aun así hizo intentos por denostar la figura y la campaña de uno de los candidatos a la Presidencia. Dijo que era una “aventura” peligrosa cambiar de modelo, como lo ha propuesto López Obrador, y hasta lo acusó de regresar al pasado.
Vicente Fox cayó en lo mismo que tanto criticó a Ernesto Zedillo cuando le pidió que sacara las manos de la elección presidencial del 2000, apoyando a Francisco Labastida. Metió las manos cuanto pudo y, además, dejó sueltos una buena cantidad de conflictos sociales, sindicales y políticos que han ensombrecido el horizonte electoral, tiñéndolo de violencia.
Una vez que fue obligado a retirarse del ring político electoral, el IFE comenzó a dar muestras de debilidad, algo que no puede permitirse en una contienda tan cerrada entre dos contendientes que se están acusando mutuamente.
A lo largo de estos meses de campaña se han publicado informaciones del uso de programas sociales del gobierno federal para inducir o coaccionar el voto en distintas regiones del país.
Proceso publicó este manipuleo del programa Oportunidades por parte de Josefina Vázquez Mota, exsecretaria de Desarrollo Social y actualmente coordinadora de la campaña de Felipe Calderón.
Luego vino la denuncia pública de la intromisión de la empresa Hildebrando, propiedad de Diego Zavala, cuñado de Felipe Calderón, en el padrón electoral.
A pesar de estas pruebas y de otras irregularidades más en las que han recaído los partidos y a últimas fechas los empresarios, el consejero presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, mostró una tibieza irresponsable.
De inmediato comenzaron a surgir los cuestionamientos a la entereza del IFE y de sus consejeros; así mismo se habló de la posibilidad de que no están a la altura de las circunstancias por el bajo perfil de cada uno de ellos, su inexperiencia, pero sobre todo por su inclinación hacia algunos personajes como Elba Esther Gordillo y al mismo candidato presidencial del PAN, lo que ninguno de ellos ha aclarado.
Con simples declaraciones de que no hay posibilidades de fraude trataron de acallar las denuncias de hechos presentadas ante la PGR por los propios partidos y sus militantes. Pero hasta ahí se quedaron, no se han investigado los alcances del uso de los programas sociales como Oportunidades ni el manipuleo en el Programa de Resultados Preliminares (PREP) con el cual darán a conocer los primeros conteos de los votos la noche del domingo 2 de julio.
El IFE y Fox tienen en sus manos la responsabilidad de llevar a buen puerto esta elección complicada y estratégica para los próximos años. Si algo no sale bien caerá sobre sus espaldas el peso de los errores, pero sobre todo de las consecuencias que podría acarrear una decisión que no esté apegada a la legalidad para beneficiar a uno de los candidatos.
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