junio 28, 2006

Miran con lupa a esposas de candidatos

Marta Sahagún, la mujer del mandatario, escandalizó a propios y a extraños cuando, tras casarse con Fox al inicio de su gestión, en julio de 2001, luchó a brazo partido para postularse a la presidencia en reemplazo de su marido.

periodistadigital.com


Las ambiciones políticas de la mujer del presidente, Marta Sahagún, cayeron mal. En una sociedad machista, la gente y los medios desconfían de las mujeres poderosas.


Morocha, labios carnosos y pintados de rojo carmesí, la joven se acerca al escenario y grita a todo pulmón: "Peje, cuando llegues a la Presidencia, hazme primera dama".


"Parado junto al micrófono, manos en alto mientras miles lo aclaman en la norteña Ciudad Juárez, el centroizquierdista Andrés López Obrador la mira con asombro, luego le guiña un ojo y, al fin, rendido por la oferta, la hechiza sin rubores soplándole un beso con las manos".


Viudo, de 53 años, el líder del Partido de la Revolución Democrática (PRD) es no sólo un candidato firme a la presidencia. "El Peje", como lo llaman aludiendo a un pez de Tabasco, también asoma como bocado apetecible para muchas de sus seguidoras. Pero Obrador no parece caer fácilmente en las redes del encanto femenino y, al menos en público, se muestra lejos de mostrar simpatías sentimentales.


No le faltan razones políticas, en verdad. Es que, en vísperas de los comicios nacionales del próximo domingo, ninguno de los postulantes a la presidencia quiere trastabillar sucumbiendo bajo el efecto del "fantasma de la primera dama", la gran pesadilla doméstica del presidente Vicente Fox, que acaba en noviembre su mandato.


El tema aparece en la radio, en la TV, en los diarios y en los comentarios de la gente en el mercado. Todo el mundo tiene algo que decir en un país de tradición machista, donde históricamente la figura del presidente ha sido intocable, velada a cualquier incómodo desliz de alcobas. Y no es para menos.


Marta Sahagún, la mujer del mandatario, escandalizó a propios y a extraños cuando, tras casarse con Fox al inicio de su gestión, en julio de 2001, luchó a brazo partido para postularse a la presidencia en reemplazo de su marido. La primera dama pisó los callos a más de uno hasta que el propio secretario privado de Fox, Alfonso Durazo, dio un portazo y tiró las llaves: México "no está preparado para que el presidente deje a su esposa de presidenta", dictaminó. Fue el funeral de la sucesión de entrecasa.


Hoy nadie quiere que la historia se repita y los candidatos intentan ahogar cualquier percepción de que sus consortes esconden un apetito por los titulares y los pasillos del poder. "No va a haber primera dama ni pareja presidencial", comentó en una entrevista López Obrador, quien encabeza las encuestas.