La incógnita del miedo
El presidente tiene la mano lista para oprimir el botón y poner a funcionar la maquinaria que imponga a Felipe Calderón, a como dé lugar
Alfredo Esquivel Avila/Colaboración especial
Sábado 24 de Junio de 2006
Aún siendo, como soy, un lego en cuestiones políticas, es imposible -por ser evidente para todos los mexicanos- dejar de comprender que en el actual proceso electoral existe una absoluta determinación de Vicente Fox por mantener el poder en manos de su grupo a través de la imposición cínica y burda de Felipe Calderón.
Es natural que así ocurra, aunque pocas veces tan descaradamente. Cualquier élite política que desplaza a otra y se apodera del control de un país se aferra al poder, hasta que llega otra y la echa. Siempre ha sido así, y así seguirá ocurriendo. Lo único que distingue a los que llegan de los que se fueron es el tiempo de la duración en los pináculos de la gloria. No dudo que los foxitas-yunquistas -con su fiera voracidad claramente demostrada en este sexenio- no sólo quieren emular al PRI, sino superarlo yendo más allá de los 70 años, quizás hasta el año 2110, comisionando anticipadamente a un icono de la democratización del país para que organice las conmemoraciones del tricentenario y bicentenario de la Independencia y de la Revolución Mexicana, respectivamente.
Es explicable, pues, el terco intento presidencial -tan característico de Fox, a falta de talento- de resistirse a ser flor de un sexenio y de aspirar a ser invernadero de un siglo. Vienen en su incitación acicates ocultos que no lo dejan tranquilo, si no es con la ayuda del Prozac.
Y es que caen sobre su espalda pesadas presiones. Tienen encima permanentemente la exigencia enérgica de los poderosos grupos económicos y políticos -oriundos y fuereños- que lo impulsaron hasta la Presidencia, a quienes no les ha pagado totalmente lo que les prometió.
También ha de sufrir Vicente las angustias de colocar en su lugar a quien le cubra la retirada, procurando la seguridad que le garantice la impunidad que va a requerir –ya como ex presidente- para no ser llamado a comparecer ante los tribunales por los numerosos hechos escandalosos anticonstitucionales y de corrupción denunciados y comprobados durante su gobierno, aunque cínicamente borrados por inmorales órdenes suyas.
Y, por último, el riesgo de padecer la vergüenza ante el reproche iracundo de los suyos por haber perdido el poder, al que tanto amor ya le tomaron porque lo usaron para enriquecerse y convertirse en «una comalada más de multimillonarios», como solían decir de los priístas los viejos panistas doctrinarios que nunca imaginaron que sus descendientes iban a ser castigados con la maldición de hacerse ricos a costa de las arcas nacionales, como en otros tiempos lo hicieron sus abominables enemigos. «A mí no me cantas las ranas; a cantarle a la laguna», nos decía mi estimado amigo y maestro Chucho Flores cuando advertía barruntos de falsedad en los argumentos surgidos en las conversaciones.
Recordándolo hoy, yo tampoco me traigo el discurso uniformado prevaricador de Fox y de sus cortesanos, tanto del gobierno como de los medios informativos, que nos repiten hasta el cansancio –lo que, después de seis años de tantas mentiras nos hace vislumbrar una estafa- que el voto será respetado, que el proceso electoral del 2 de julio será transparente, apegado a la ley, y que no es posible que haya fraude de Estado. Paso por un momento de incredulidad ante esa tesis oficial porque vislumbro en el horizonte político señales tenebrosas que me hacen presentir que el aparato foxiano ya está preparado para funcionar en el instante en que así lo decida el todavía presidente. Fox no se anduvo por las ramas y, aunque lo negó -con su acostumbrada e inmoral desfachatez- puso a todas las dependencias de su gobierno al servicio de Calderón.
Él mismo protagonizó la insólita y extremadamente costosa campaña -pagada con el dinero nuestro, por supuesto- en apoyo de su «hijo desobediente». Sumas multimillonarias de oscuro e ilegal origen han sido irresponsablemente derrochadas por el moreliano en su campaña insustancial, grotesca copia de las campañas gringas. Los medios cooptados han pretendido hacer creer que nuestro paisano va muy arriba y que será el próximo presidente. Se pretende amarrar a los partidos de oposición mediante el acuerdo firmado, inhabilitándolos para que no protesten ante los resultados muy amañados del día 2 de julio que a las 11:00 de la noche dará a conocer el no muy confiable IFE.
En este último tramo destacan hechos por demás ruines: la más que sospechosa inclusión del «cuñado incómodo» en programas cibernéticos del IFE, la relación cercana entre Ugalde y Calderón, y, recientemente, el nombramiento precipitado que Fox le otorgó al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, que generó más dudas que claridades, e incluso puso en entredicho la hasta ahora reconocida congruencia del hijo del General. Los tiempos electorales transcurrieron y están a punto de vencerse. Lo que se hizo, ya se hizo.
Me da la impresión de que el presidente tiene la mano lista para oprimir el botón y poner a funcionar la maquinaria que imponga a Felipe Calderón, a como dé lugar. Lo veo muy peligroso, considerando que Fox ha demostrado, a lo largo de su infausto sexenio, estar bajo un constante estado de inconsciencia que le distorsiona la realidad y le hace ver otro país -que ciertamente no es el nuestro- en el que todo va de maravilla. Lo veo como un sonámbulo, con una antorcha prendida en la mano, caminando por los bordes de un depósito de gasolina.
Él no ha ponderado que su posición es frágil, ni que su decisión, si es equivocada, puede incendiar a México. Hay focos rojos en muchas regiones del país, encendidos por el autoritarismo y la represión de su gobierno, y que no están aislados entre sí. Aunados a éstos existen los millones de pobres y los miles de damnificados por los desastres naturales para los que no hubo apoyos asistenciales, y los numerosos estratos inconformes por los desencantos y los olvidos del foxipanismo.
A esto hay que sumarle el sacudimiento que causará el paro nacional convocado para el día 28 de junio por la UNT. Me quedo corto en el diagnóstico, pero los indicadores señalados creo que son suficientes para tener una idea de lo peligroso que es tener en Vicente Fox a un presidente tan comprometido con sus acreedores, con sus correligionarios, con su familia y tan fuera de toda racionalidad. De aquí al 2 de julio nos va a tener bajo la angustia y la incertidumbre ¿por dónde irá a decidir? ¿Por el fraude electoral, o por el respeto a la voluntad popular?
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