La mayor civilidad
Dada la relevancia de los acontecimientos políticos en México, con la impugnación de Andrés Manuel López Obrador en manos de los jueces del Tribunal Electoral y sus denuncias de fraude y, por otra parte, por la actitud de Felipe Calderón que parece no aceptar que la elección aún no está resuelta, creemos preciso señalar que de seguir la pugna entre ambos candidatos puede escenificarse un situación que nadie desea: la violencia.
Antes que seguir comportándose como el presidente electo, Calderón debe guardar compostura cívica y aguardar a que sea el tribunal electoral quien le otorgue el reconocimiento. Mientras el resultado permanezca en entredicho el panista no debe alentar la creencia de que su aparente triunfo no será desmentido porque, en caso de ser así, sus huestes reaccionarían con más ferocidad que la mostrada en la campaña.
Asimismo las movilizaciones que tienen lugar por los simpatizantes de López Obrador se deben efectuar con plena conciencia de que la característica que las distinga sea la del pacifismo, tal como lo pide el líder, puesto que de no ser así propiciarían hechos violentos que en nada coadyuvarían ni al respaldo de su dirigente ni a mandar el mensaje de que esperan transparencia en la acción del tribunal electoral como tienen por meta.
Otra acción deseable es que de una vez por todas el Instituto Federal Electoral baje el perfil protagónico, para nada se ve bien que le esté dando respuestas y contrargumentando críticas ante los señalamientos de los inconformes, su papel terminó cuando dejó en el tribunal electoral su trabajo... ahora corresponde a éste determinar si su papel es efectivamente intachable o simplemente corregible, pero el hecho de que se rasgue las vestiduras para limpiar su imagen a toro pasado, no habla nada bien de sus funciones que, para empezar, no debieron dejar ninguna duda.
Por último es preciso señalar que la reaparición del presidente Vicente Fox en el contexto poselectoral sólo viene a corroborar su proclividad a meter su palabra donde no se debe. El primer mandatario debe ser el último ciudadano en llamar "renegados" a todos los que no votaron por su obvio favorito. Esa fue parte del deseaseo de las campañas, llega a ser parte del litigio poselectoral y en el tribunal se dilucidará si fue parte negativa del proceso electoral.
El pueblo de México se merece que los protagonistas políticos guarden la máxima civilidad y que el tribunal electoral aclare todas las dudas, así esperamos.
Antes que seguir comportándose como el presidente electo, Calderón debe guardar compostura cívica y aguardar a que sea el tribunal electoral quien le otorgue el reconocimiento. Mientras el resultado permanezca en entredicho el panista no debe alentar la creencia de que su aparente triunfo no será desmentido porque, en caso de ser así, sus huestes reaccionarían con más ferocidad que la mostrada en la campaña.
Asimismo las movilizaciones que tienen lugar por los simpatizantes de López Obrador se deben efectuar con plena conciencia de que la característica que las distinga sea la del pacifismo, tal como lo pide el líder, puesto que de no ser así propiciarían hechos violentos que en nada coadyuvarían ni al respaldo de su dirigente ni a mandar el mensaje de que esperan transparencia en la acción del tribunal electoral como tienen por meta.
Otra acción deseable es que de una vez por todas el Instituto Federal Electoral baje el perfil protagónico, para nada se ve bien que le esté dando respuestas y contrargumentando críticas ante los señalamientos de los inconformes, su papel terminó cuando dejó en el tribunal electoral su trabajo... ahora corresponde a éste determinar si su papel es efectivamente intachable o simplemente corregible, pero el hecho de que se rasgue las vestiduras para limpiar su imagen a toro pasado, no habla nada bien de sus funciones que, para empezar, no debieron dejar ninguna duda.
Por último es preciso señalar que la reaparición del presidente Vicente Fox en el contexto poselectoral sólo viene a corroborar su proclividad a meter su palabra donde no se debe. El primer mandatario debe ser el último ciudadano en llamar "renegados" a todos los que no votaron por su obvio favorito. Esa fue parte del deseaseo de las campañas, llega a ser parte del litigio poselectoral y en el tribunal se dilucidará si fue parte negativa del proceso electoral.
El pueblo de México se merece que los protagonistas políticos guarden la máxima civilidad y que el tribunal electoral aclare todas las dudas, así esperamos.
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