La comunicación que hace falta
Cuando en el año 2000 algunos buenos amigos me expresaron su temor acerca del triunfo del PAN en las elecciones, les contesté que yo confiaba en la gente y estaba segura de que no votarían por un partido de derecha. Les aseguré que por más que Fox y su camarilla hubieran explotado la idea del voto útil, la gente entendía perfectamente que si había algo peor que el PRI, era sólo el PAN.
Cuando las evidencias demostraron que efectivamente la campaña de mercadotecnia empleada por la derecha para impulsar a su mediocre candidato había surtido efecto en la ciudadanía, sentí un gran desencanto por la gente que acudió a las urnas a votar. ¡Efectivamente se habían dejado engañar! No había lugar a dudas, Fox había ganado las elecciones. Su pusilánime y bravucona personalidad había hecho creer a más de uno que sería una buena opción.
La pregunta es: ¿por qué la gente se engaña? ¿Por qué la gente de abajo que no tiene más que sus brazos para trabajar a cambio de un mísero salario (cuando lo tienen) vota por un candidato que representa los intereses de los empresarios, de esa pequeñísima fracción de la población que se ha enriquecido a costa de esa gran mayoría que somos los desposeídos?
Esta vez es claro que no ganó Calderón, sino que la maquinaria del fraude (que la ultraderecha echó a andar desde mucho tiempo atrás valiéndose de los mismos métodos que usó el PRI en el pasado y de otros más sofisticados, como ya se ha venido denunciando y documentando) realizó la «magia» de hacer aparecer a Felifraude Calderón por arriba en los conteos. Se intenta por esta vía imponer la ideología de la ultraderecha confesionaria, como la llamara Carlos Monsiváis, por otro periodo de seis años a este ya de por sí maltrecho México, con el objetivo de continuar con las privatizaciones de la Comisión Federal de Electricidad y de Petróleos Mexicanos, que Fox no pudo concretar.
Se sabe que un mes antes de las elecciones, la Secretaría de Energía (Sener) comenzó a promocionar entre los capitalistas nacionales y extranjeros, las «oportunidades de inversión» en exploración en la plataforma continental del Gofo de México. Esto sin importar que en la Constitución Mexicana, las actividades de exploración y explotación del petróleo están reservadas exclusivamente al Estado.
Y la pregunta aquí es: ¿conoce esto la gente? ¿Está informada de lo que hacen y deshacen los mandatarios en turno sean del partido que sean? ¿Existen los medios para enterarnos de lo que pasa en nuestro país y en el mundo? Podríamos decir que sí, ya que las grandes televisoras al igual que las cadenas radiofónicas mantienen «noticieros» que bombardean a la gente en distintos horarios a lo largo del día. Si consideramos que en casi todos los hogares de nuestro país hay un aparato de radio y una televisión, entonces significa que todo el tiempo estamos «informados».
Sin embargo, los medios de comunicación sirven a los intereses de la gente que los posee. Sería absurdo pedirles a Televisa y TV Azteca que informaran con objetividad acerca de, por ejemplo, la llamada Ley Televisa, recientemente aprobada por unanimidad por los legisladores de todos los partidos y que modifica la Ley de Radio, Televisión y Telecomunicaciones para beneficiar a estos dos grandes monopolios de la comunicación y, de paso, para no crear conflictos entre ellos, también a Telmex.
Estos monopolios, por supuesto, no van a informar que la ley la redactaron ellos mismos para servirse con la cuchara grande sin ningún obstáculo. Tampoco dirán a sus televidentes que mediante esta ley, avasallan a los medios de comunicación más pequeños y condenan a la extinción a los medios independientes y comunitarios, dejándolos fuera de la «legalidad». Tampoco les dirán que a cambio de que el Senado les aprobara una ley a su medida, ellos prometieron tiempo y aplausos en la pantalla para los candidatos presidenciales del PRI y del PAN.
El poder de los medios de comunicación es inmenso. Si están en cada hogar durante un promedio de al menos cinco horas diarias, imagínese usted lo que pueden hacer con las mentes de sus receptores. Y no se trata sólo de la radio y la televisión, sino además, de los medios escritos como prensa y revistas. Desde hace ya un buen tiempo, se ha hablado de los medios como el cuarto poder, hay quien dice que se están convirtiendo en el primero por la capacidad que tienen de manipular a la gente y crear toda una corriente de opinión. Los medios de comunicación son medios para transmitir ideología, en el caso de las dos grandes televisoras y sus satélites, transmiten la ideología de la derecha, es decir, de la clase empresarial.
¿Qué podemos hacer para contrarrestar esta situación? En principio ser analíticos y críticos ante la información que recibimos a lo largo del día de cualesquiera de estos medios, no creernos todo a la primera, sino tratar de completar la información por otras vías. En el caso de la prensa escrita, buscar aquella que nos informe con objetividad. Como lectores podemos buscar de entre las pocas opciones que hay. Por fortuna, aún podemos contar con medios como desde el que ahora puedo expresarme sin censura y con absoluta libertad. Hay algunos otros, pocos pero los hay.
Por otro lado, es imperativo crear nuestros propios medios de comunicación, medios de comunicación alternativos que hablen de lo que nos interesa y afecta a la gran mayoría; además de impulsar los que ya existen, alimentarlos, fomentarlos. Tal vez pensamos que esto es costoso pero no es así. Los mexicanos somos inteligentes e ingeniosos y de por sí siempre hemos creado nuestras alternativas a todo. Así que también en el caso de la comunicación e información verídicas existen ya personas que están haciendo uso de medios alternativos y accesibles como puede ser por ejemplo Internet, que es bastante «democrático».
Cuando las evidencias demostraron que efectivamente la campaña de mercadotecnia empleada por la derecha para impulsar a su mediocre candidato había surtido efecto en la ciudadanía, sentí un gran desencanto por la gente que acudió a las urnas a votar. ¡Efectivamente se habían dejado engañar! No había lugar a dudas, Fox había ganado las elecciones. Su pusilánime y bravucona personalidad había hecho creer a más de uno que sería una buena opción.
La pregunta es: ¿por qué la gente se engaña? ¿Por qué la gente de abajo que no tiene más que sus brazos para trabajar a cambio de un mísero salario (cuando lo tienen) vota por un candidato que representa los intereses de los empresarios, de esa pequeñísima fracción de la población que se ha enriquecido a costa de esa gran mayoría que somos los desposeídos?
Esta vez es claro que no ganó Calderón, sino que la maquinaria del fraude (que la ultraderecha echó a andar desde mucho tiempo atrás valiéndose de los mismos métodos que usó el PRI en el pasado y de otros más sofisticados, como ya se ha venido denunciando y documentando) realizó la «magia» de hacer aparecer a Felifraude Calderón por arriba en los conteos. Se intenta por esta vía imponer la ideología de la ultraderecha confesionaria, como la llamara Carlos Monsiváis, por otro periodo de seis años a este ya de por sí maltrecho México, con el objetivo de continuar con las privatizaciones de la Comisión Federal de Electricidad y de Petróleos Mexicanos, que Fox no pudo concretar.
Se sabe que un mes antes de las elecciones, la Secretaría de Energía (Sener) comenzó a promocionar entre los capitalistas nacionales y extranjeros, las «oportunidades de inversión» en exploración en la plataforma continental del Gofo de México. Esto sin importar que en la Constitución Mexicana, las actividades de exploración y explotación del petróleo están reservadas exclusivamente al Estado.
Y la pregunta aquí es: ¿conoce esto la gente? ¿Está informada de lo que hacen y deshacen los mandatarios en turno sean del partido que sean? ¿Existen los medios para enterarnos de lo que pasa en nuestro país y en el mundo? Podríamos decir que sí, ya que las grandes televisoras al igual que las cadenas radiofónicas mantienen «noticieros» que bombardean a la gente en distintos horarios a lo largo del día. Si consideramos que en casi todos los hogares de nuestro país hay un aparato de radio y una televisión, entonces significa que todo el tiempo estamos «informados».
Sin embargo, los medios de comunicación sirven a los intereses de la gente que los posee. Sería absurdo pedirles a Televisa y TV Azteca que informaran con objetividad acerca de, por ejemplo, la llamada Ley Televisa, recientemente aprobada por unanimidad por los legisladores de todos los partidos y que modifica la Ley de Radio, Televisión y Telecomunicaciones para beneficiar a estos dos grandes monopolios de la comunicación y, de paso, para no crear conflictos entre ellos, también a Telmex.
Estos monopolios, por supuesto, no van a informar que la ley la redactaron ellos mismos para servirse con la cuchara grande sin ningún obstáculo. Tampoco dirán a sus televidentes que mediante esta ley, avasallan a los medios de comunicación más pequeños y condenan a la extinción a los medios independientes y comunitarios, dejándolos fuera de la «legalidad». Tampoco les dirán que a cambio de que el Senado les aprobara una ley a su medida, ellos prometieron tiempo y aplausos en la pantalla para los candidatos presidenciales del PRI y del PAN.
El poder de los medios de comunicación es inmenso. Si están en cada hogar durante un promedio de al menos cinco horas diarias, imagínese usted lo que pueden hacer con las mentes de sus receptores. Y no se trata sólo de la radio y la televisión, sino además, de los medios escritos como prensa y revistas. Desde hace ya un buen tiempo, se ha hablado de los medios como el cuarto poder, hay quien dice que se están convirtiendo en el primero por la capacidad que tienen de manipular a la gente y crear toda una corriente de opinión. Los medios de comunicación son medios para transmitir ideología, en el caso de las dos grandes televisoras y sus satélites, transmiten la ideología de la derecha, es decir, de la clase empresarial.
¿Qué podemos hacer para contrarrestar esta situación? En principio ser analíticos y críticos ante la información que recibimos a lo largo del día de cualesquiera de estos medios, no creernos todo a la primera, sino tratar de completar la información por otras vías. En el caso de la prensa escrita, buscar aquella que nos informe con objetividad. Como lectores podemos buscar de entre las pocas opciones que hay. Por fortuna, aún podemos contar con medios como desde el que ahora puedo expresarme sin censura y con absoluta libertad. Hay algunos otros, pocos pero los hay.
Por otro lado, es imperativo crear nuestros propios medios de comunicación, medios de comunicación alternativos que hablen de lo que nos interesa y afecta a la gran mayoría; además de impulsar los que ya existen, alimentarlos, fomentarlos. Tal vez pensamos que esto es costoso pero no es así. Los mexicanos somos inteligentes e ingeniosos y de por sí siempre hemos creado nuestras alternativas a todo. Así que también en el caso de la comunicación e información verídicas existen ya personas que están haciendo uso de medios alternativos y accesibles como puede ser por ejemplo Internet, que es bastante «democrático».
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