julio 07, 2006

Algo huele mal en México

Eduardo Stanley

El locutor, con voz grave, anunciaba la "catástrofe" de México si el candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador, considerado de izquierda, ganaba las elecciones del 2 de julio, y por eso pedía a la audiencia votar por el candidato del Partido de Acción Nacional (PAN), Felipe Calderón. El mensaje se transmitía por la radio religiosa "Nueva Vida", con sede en California.

López Obrador, del Partido de la Revolución Democrática (PRD) no es precisamente comunista y su programa de gobierno apenas podría ser considerado "centrista". ¿De dónde sale entonces la etiqueta de "izquierdista" que le atribuyen sus enemigos politicos?

Hace aproximadamente dos años, cuando en México se empezaban a vislumbrar los candidatos de los tres principales partidos, el gobernador de la Ciudad de México, López Obrador, era quien acaparaba la atención y lideraba ampliamente las encuestas. Era el enemigo a vencer. Y el presidente Fox puso manos a la obra. Con la complicidad del Partido de la Revolución Institucional (PRI), que gobernó el país desde 1929 hasta el año 2000, intentó destituirlo por presunto abuso de poder. Sin pruebas, fracasó. Pero el presidente no se quedaría con esas mismas manos (sucias) cruzadas.

Naturalmente, había que hacer las cosas mejor. Surgieron entonces las etiquetas de "izquierdista", "populista" y otras. Se inició una feróz campaña de desprestigio a través de ciertos medios de comunicación, especialmente la televisión. Durante el monopolio de poder del PRI, la empresa de televisión Televisa, propiedad de la familia Azcárraga y "soldados del PRI", gozó de un monopolio similar.

Al llegar el PAN al gobierno, de la mano de Vicente Fox, Televisa mantiene su oficialismo. Ahora con la competencia de TV Azteca, surgida durante la "apertura" de capitales de la presidencia de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), las dos empresas parecen luchar por el favor del gobierno. De esta manera, la campaña del miedo liderada por Fox contó con amplio apoyo de la televisión y sus respectivas cadenas radiales. Como premio, el gobierno del PAN les regaló la "ley Televisa", que asegura el control de ese medio a ambas empresas casi sin pagar un centavo.

El candidato del PAN contó además con la ayuda crucial de la Iglesia católica y otros grupos religiosos. La etiqueta de "izquierdista" logró su objetivo: atemorizar a amplios sectores de ciudadanos ante la posibilidad de un triunfo de López Obrador quien, se decía, podría imponer el comunismo y prohibir la religión.

Esta polarización acelerada del electorado se vió favorecida por la debacle del PRI, sumido además en luchas internas. Gracias al "voto útil", se calcula que miles de priístas descontentos con su partido votaron por el PAN.

Decenas de comentaristas independientes se sorprendieron de la ferocidad de las campañas negativas. El estilo estadounidense invadió México. Este se basa en dos pilares: las encuestas y el bombardeo televisivo. Así, el PAN se benefició gracias a sus grandes recursos económicos para pagar anuncios televisivos. En cuanto a las decenas de encuestas donde lo proclamaban ganador, muchas se comprobaron eran falsas y buscaban influir en las tendencies del voto.

El empresariado, solidario, apoyó a Calderón. Un grupo pagó anuncios televisivos alertando a la cidadanía del peligro que representaba López Obrador para el país y su futuro, mientras el periódico "La Crónica", de Ciudad de México, convirtió el ataque personal contra el candidato del PRD en casi su única causa.

Pero el PAN aprendió no sólo de sus amigos del norte sino también del PRI. De esta manera, los recursos del gobierno se utilizaron para apuntalar la imagen del partido en el poder, favoreciendo a su candidato presidencial. Según informes independientes, el PAN también usó la vieja táctica de distribución de créditos y dádivas oficiales con fines proselitistas. Más dudas surgieron al saberse que una empresa de la familia de Felipe Calderón creó el programa de computación para el Instituto Federal de Elecciones (IFE) y que éste le permitiría acceso a información privilegiada al PAN.

En 2000, Fox ganó con el apoyo de quienes querían deshacerse de la corrupción y paralisis del PRI. En 2006 se trata de consolidarse, establecerse en el poder para profundizar la agenda conservadora. Atrás quedaron los titubeos de Fox, su estilo pueblerino y la corrupción de su administración, que incluye millonarios negocios de los hijos de su esposa, tráfico de influencias, investigación cancelada sobre el origen de los fondos de su campaña presidencial, etc.

Ahora el PAN, con la bendición de Washington, busca imponer una agenda conservadora más "profesional". Y para esto, qué mejor inicio que una victoria electoral rápida, contundente. Pero, cómo?

El viejo sistema de fraude electoral creado por el PRI también ha sido superado. Un sistema que enriqueció el folclore popular con denominaciones familiares para cualquier mexicano, como "casilla madrugadora", "ratón loco", "carrousel", "operación tamal", "urna embarazada", "tacos", "palomeo", "mapache", etc. La modernidad exige métodos diferentes (también aquí la escuela estadounidense tiene mucho que aportar). El fraude, hoy cibernético, sólo se debe usar cuando la manipulación ya no funciona. El 2 de julio, la television empezó pronto a divulgar resultados parciales que favorecían a Calderón. El PAN, con el apoyo del PRI, exigió se reconociera "de inmediato" su triunfo. Sin embargo, el PRD denunció la desaparición de 2,5 millones de votos. El IFE, entonces, reconoció su "error". Pero a López Obrador no le alcanzaron para revertir su derrota electoral por un margen menor al uno por ciento, y aunque amenaza con impugnar los resultados, los especialistas no creen que esta actitud prospere.

En cuanto a las reacciones, los gestos de incertidumbre en algunas personas lo dicen todo. Muchos ciudadanos mexicanos de California expresaron sus dudas sobre el IFE y otras instituciones oficiales; y no ven con optimismo el futuro de México, dividido y enfrentado como nunca antes. La vieja sensación de frustración parece estar de regreso. "¿Para qué votar si siempre gana el mismo partido?" Aunque ahora el partido es otro, el PAN ha demostrado ser el heredero natural del PRI.