"Sólo Dios o AMLO nos detendrán"
Fidel Samaniego R.
El Universal
Ahí están ya. Con sus distintos rostros, sus varias voces, sus diversas expresiones. Ahí se instalaron. Y aseguran que no se marcharán, hasta que haya una solución a sus exigencias.
Ahí están, a las puertas de las instalaciones del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Son ellas, la indignación, y la esperanza, y la tensión, y la expectación. Ellas y sus palabras, las moderadas que señalan que estarán en ese lugar hasta que se limpie la elección, se acabe con las dudas, o las que de plano advierten: "De aquí nos largamos el día en el que Andrés Manuel López Obrador salga con el papel que lo acredite como Presidente electo en las manos".
Ahí están, bajo las nubes negras. Más al sur, se ve un rayo, y luego se escucha un trueno. La tormenta está cerca. Pero no se mueven. Tan distintos y tan parecidos.
"Llegaremos hasta donde Dios decida y Andrés Manuel nos lo diga. Sólo ellos nos podrán detener. Porque no vamos a dejar que agarren nuestros votos, los que nosotros le dimos a él, y se los entreguen a los ricos y al méndigo ese de Calderón", dice Ángela Ponciano, de 70 años de edad, nacida en la sierra guerrerense, viuda que vive en Ecatepec y se mantiene con la venta de chácharas. Habla de frente, fuerte: "Yo estuve en el 88 con Cárdenas, y lo íbamos a meter a Palacio Nacional, y se nos rajó, en Bellas Artes ya no quiso seguir adelante. Pero Andrés Manuel es distinto, no se va a echar para atrás, y con él yo me voy a todo lo que diga, al final de las cuentas no me falta mucho para morirme, y quiero luchar por mis nietos, y por mis hijos".
La escucha atento Gregorio Morales, también guerrerense. Pide el nombre del cronista, lo apunta, advierte: "Vamos a estar muy al pendiente de lo que escriba". Después asegura, y no admite dudas, que López Obrador ganó en la Costa Chica y en la Sierra de su estado con 97% de los votos. "Por eso nos quieren hacer el fraude, pero no van a poder" exclama.
Hay un clima pesado, un ambiente cargado. Para entrar al TEPJF se deben pasar primero dos puertas metálicas. La vigilancia es discreta pero efectiva. Ningún extraño puede caminar solo por ahí, tiene que acompañarlo uno de los guardianes. Trabajadores de la institución se asoman, observan la camioneta que carga una figura de lodo, en forma de rata y con un letrero: "Sodi". Más allá, una manta: "Este imbécil se está burlando de México" y el rostro de Felipe Calderón.
Y ahí está Martha Patricia Córdova, alta, morena, con blusa escotada. Platica con sus compañeros de plantón: "Trabajamos mucho, y arrasamos, en el estado de México; Andrés Manuel tuvo la gran mayoría de los votos, y en otros estados lo mismo".
Bajo la tienda de campaña, Pablo de Antuñano, Jair Patiño, Simón Espinosa y Fernando Santillán son revisados por una doctora. Cumplieron ya en ese momento 100 horas en huelga de hambre. Solo beben agua con miel. Comienzan a sentir calambres, alguno tiene diarrea. Todos están decididos a mantener el ayuno hasta que el TEPJF resuelva. "Los magistrados son responsables de nuestras vidas, así que esperamos que no tarden mucho en resolver en favor de la transparencia y la legalidad", advierte De Antuñano, el que tiene tatuado en el brazo la hoz y el martillo.
Ahí están. "Todos los periodistas están vendidos y escriben mentiras", grita una joven. Después se marchará al zócalo. Y ahí están. Y ahí se quedarán, hasta que...
El Universal
Ahí están ya. Con sus distintos rostros, sus varias voces, sus diversas expresiones. Ahí se instalaron. Y aseguran que no se marcharán, hasta que haya una solución a sus exigencias.
Ahí están, a las puertas de las instalaciones del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Son ellas, la indignación, y la esperanza, y la tensión, y la expectación. Ellas y sus palabras, las moderadas que señalan que estarán en ese lugar hasta que se limpie la elección, se acabe con las dudas, o las que de plano advierten: "De aquí nos largamos el día en el que Andrés Manuel López Obrador salga con el papel que lo acredite como Presidente electo en las manos".
Ahí están, bajo las nubes negras. Más al sur, se ve un rayo, y luego se escucha un trueno. La tormenta está cerca. Pero no se mueven. Tan distintos y tan parecidos.
"Llegaremos hasta donde Dios decida y Andrés Manuel nos lo diga. Sólo ellos nos podrán detener. Porque no vamos a dejar que agarren nuestros votos, los que nosotros le dimos a él, y se los entreguen a los ricos y al méndigo ese de Calderón", dice Ángela Ponciano, de 70 años de edad, nacida en la sierra guerrerense, viuda que vive en Ecatepec y se mantiene con la venta de chácharas. Habla de frente, fuerte: "Yo estuve en el 88 con Cárdenas, y lo íbamos a meter a Palacio Nacional, y se nos rajó, en Bellas Artes ya no quiso seguir adelante. Pero Andrés Manuel es distinto, no se va a echar para atrás, y con él yo me voy a todo lo que diga, al final de las cuentas no me falta mucho para morirme, y quiero luchar por mis nietos, y por mis hijos".
La escucha atento Gregorio Morales, también guerrerense. Pide el nombre del cronista, lo apunta, advierte: "Vamos a estar muy al pendiente de lo que escriba". Después asegura, y no admite dudas, que López Obrador ganó en la Costa Chica y en la Sierra de su estado con 97% de los votos. "Por eso nos quieren hacer el fraude, pero no van a poder" exclama.
Hay un clima pesado, un ambiente cargado. Para entrar al TEPJF se deben pasar primero dos puertas metálicas. La vigilancia es discreta pero efectiva. Ningún extraño puede caminar solo por ahí, tiene que acompañarlo uno de los guardianes. Trabajadores de la institución se asoman, observan la camioneta que carga una figura de lodo, en forma de rata y con un letrero: "Sodi". Más allá, una manta: "Este imbécil se está burlando de México" y el rostro de Felipe Calderón.
Y ahí está Martha Patricia Córdova, alta, morena, con blusa escotada. Platica con sus compañeros de plantón: "Trabajamos mucho, y arrasamos, en el estado de México; Andrés Manuel tuvo la gran mayoría de los votos, y en otros estados lo mismo".
Bajo la tienda de campaña, Pablo de Antuñano, Jair Patiño, Simón Espinosa y Fernando Santillán son revisados por una doctora. Cumplieron ya en ese momento 100 horas en huelga de hambre. Solo beben agua con miel. Comienzan a sentir calambres, alguno tiene diarrea. Todos están decididos a mantener el ayuno hasta que el TEPJF resuelva. "Los magistrados son responsables de nuestras vidas, así que esperamos que no tarden mucho en resolver en favor de la transparencia y la legalidad", advierte De Antuñano, el que tiene tatuado en el brazo la hoz y el martillo.
Ahí están. "Todos los periodistas están vendidos y escriben mentiras", grita una joven. Después se marchará al zócalo. Y ahí están. Y ahí se quedarán, hasta que...
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