julio 07, 2006

Exquisito golpe de estado en México


Rafael Morales

Las pruebas sobre el fraude electoral abruman. La responsabilidad recae en el Instituto Federal Electoral (IFE), organismo compuesto sobre todo por partidarios del gobierno de Fox (o sea del candidato Calderón) y del que excluyeron a los miembros del Partido de la Revolución Democrática (PRD), la organización principal que respalda a Andrés Manuel López Obrador. México entra en un período de inestabilidad política y social gracias a las trampas de la derecha, esa señora respetable tan partidaria del orden. El candidato de centro izquierda impugna los resultados ante los disparates del IFE y exige otro recuento, voto por voto, para conocer la voluntad política de los ciudadanos.

Empezaron diciendo que Calderón ganó por 300.000 votos. Al conocerse la denuncia según la cual evaporó 3 millones de votos por “inconsistencia”, el IFE no tuvo más remedio que encontrar las papeletas perdidas en el ciberespacio. Finalmente cambió las cuentas, pero de ninguna manera el veredicto. López Obrador perdía, aunque sólo por unos 40.000 sufragios. El poder no cambiaría de manos. De Fox a Calderón y viva el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos. Siempre según el IFE, cada candidato obtuvo más de 14 millones de votos. Casi 29 millones de personas transforman unos miles de votos en una insignificancia política o, con el lenguaje de las encuestadoras, en un empate técnico.

Vale. Cabría el reconocimiento de Calderón como presidente de México aunque ganara por una sola papeleta. Si la diferencia entre Calderón y López Obrador hubiera alcanzado un millón de votos, el resto de las irregularidades podría ignorarse porque no afectaría a quién sería el próximo presidente.

Pero todo cambia si, como efectivamente sucedió, hubo trampas en unas 50.000 mesas electorales, en las que el número de votos fue mayor que el padrón en cada una de ellas. Lo irrelevante se transforma así en decisivo ante la diferencia oficial de unos 40.000 votos. La impostura global está reconocida por organizaciones poco sospechosas. La estadounidense Global Exchange declaró que el IFE “favoreció al partido político que está en el Gobierno”, tras señalar diversas anomalías durante todo el proceso electoral y el trabajo del árbitro (el IFE) que no actuó como tal en ningún momento.

México pone de manifiesto una vez más el escaso respeto que la derecha atesora por la democracia. Menos aún en un país de importancia para la estrategia estadounidense en la región. ¿Cómo imaginar que ganara López Obrador y, por ejemplo, pusiera sobre la mesa de las relaciones con Washington el Tratado de Libre Comercio o la situación de millones de trabajadores mexicanos que explotan en Estados Unidos pero a quienes no reconocen derechos elementales? Sólo estas posibilidades ponen los pelos de punta a Condoleezza Rice, especialmente cuando Fox jugó el papel de buque insignia de la política exterior gringa en América Latina. Quiere a Calderón. Cuando la democracia estorba ¡al diablo con ella! Si los mexicanos se dejan, algo que dudo mucho.