El voto del miedo
josé gil olmos
México, D.F., 6 de julio (apro).- Como en 1994, en esta elección volvió a operar el voto del miedo. Y como en 1988 vuelven a configurarse elementos de fraude, aunque en esta ocasión de manera más fina, pero igualmente condenable.
Hace 18 años cuando el PRI vio que perdía la elección frente a Cuauhtémoc Cárdenas, ocasionó la caída del sistema de cómputo y lo volvió activar una vez que se tenía la certeza de que ganaría Carlos Salinas de Gortari. Para sellar el fraude se quemaron las boletas con la complicidad del PAN y, principalmente, del coordinador de ese partido en la Cámara de Diputados, Diego Fernández de Cevallos, quien desde entonces incrementó su fortuna extraordinariamente.
En 1994, tras la aparición pública del EZLN y el asesinato de Luis Donaldo Colosio, el gobierno de Carlos Salinas de Gortari y el PRI diseñaron una nueva estrategia electoral menos burda, pero basada en el miedo, en el temor a la violencia si se votaba por un cambio.
El resultado fue evidente: mantuvieron el poder.
Hoy, el gobierno de Vicente Fox y el PAN desde el poder, y como lo hicieron los priistas, repitieron la misma táctica de sembrar en la sociedad el miedo a la violencia y, como eje de su campaña, usaron al PRD y a su candidato Andrés Manuel López Obrador a quienes llamaron “un peligro para México”. La intención de los panistas fue la misma que la de los priistas en aquel momento.
Hoy, los panistas, además de perfeccionar los sistemas de fraude, elevándolo al nivel cibernético, recibieron el apoyo del PRI, cerrando el círculo de las alianzas trazado desde 1988.
Entonces como hoy, el gobierno y su partido encontraron en la tecnología y en el miedo de la sociedad mexicana las formas más propicias para mantenerse.
Para ello se han utilizado a los medios de comunicación. Las pantallas de televisión y las estaciones de radio, así como las páginas de algunos periódicos y revistas, han sido lo portadores del mensaje que se introdujo en un sector importante de la ciudadanía caracterizada por su permisividad a la propaganda y la publicidad.
Lo ocurrido en 1994 y 2006 parecen un mismo reflejo, imágenes que se repiten en el mismo espejo.
Los gobiernos y sus partidos han explotado el creciente conservadurismo en la sociedad mexicana, su desinterés por informarse a fondo, así como el miedo que se tiene a los procesos de cambio para manipular los intereses electorales.
El miedo ha sido exacerbado irresponsablemente por el gobierno y sus aliados los empresarios con imágenes que no corresponden a la realidad. Y esta irresponsabilidad crece cuando se viene desde el poder porque se utilizan todos los medios habidos y por haber para clavar ese miedo en la conciencia social.
En 1994 como en 2006 permeó la idea de que la izquierda mexicana quería destruir lo alcanzado hasta el momento. No sólo eso: que si llegaba al poder crearía un caos de tal magnitud que estaba en riesgo la paz social. Cuauhtémoc Cárdenas fue en aquel año el “enemigo” y ahora lo es Andrés Manuel López Obrador, bautizado por el foxismo como “un peligro para México”.
Ante esta evolución de las campañas políticas y del propio fraude que dejó atrás la “operación tamal” y el “ratón loco” para meterse al mundo cibernético y de los algoritmos, el IFE, como árbitro de los procesos electorales, ha sido completamente rebasado.
En estos 18 años, el instituto electoral ha tenido cambios que se esperaban serían definitivos para fortalecer el perfil neutro que necesita. De alguna manera, la imparcialidad se había conseguido al ciudadanizar completamente su integración mediante consejeros ajenos al gobierno y a los partidos políticos. Y también con la inserción de funcionarios con carrera en el área pública y especialistas en diversas áreas, entre ellas de cómputo.
No obstante, esto parece que se perdió con la última integración, pues los partidos políticos, especialmente el PAN y el PRI, se encargaron de elegir a los nueves consejeros, incluido el presidente del organismo, poniendo en entredicho su imparcialidad y neutralidad política.
El papel que el IFE ha tenido a lo largo del proceso electoral, permitiendo la intervención directa del presidente Vicente Fox y de los empresarios promoviendo el voto del miedo, ha sido cuestionado a pesar del apoyo del propio gobierno federal y de los panistas.
Al cierre de la calificación, el desempeño de los consejeros no ha ayudado a despejar las dudas de un proceso de por si complejo y polémico, sobre todo del presidente del instituto, Luis Carlos Ugalde, quien permitió el cierre del Programa de Resultados Preliminares (PREP), sin aclarar que faltaban por contabilizar tres millones de votos, haciendo creer que, para el domingo en la noche, Felipe Calderón, testigo de honor en su boda, ya era el ganador.
Hoy, cuando se cuentan los votos, el IFE y su presidente Luis Carlos Ugalde comprobaron su mala actuación, pues en el registro siempre fue arriba López Obrador hasta que, al final, se revirtió el porcentaje a favor de Calderón. Se comprobó que el PREP fue manipulado para hacernos creer que, desde el domingo, la elección ya estaba definida.
Ahora, el nuevo presidente de la República asumirá el poder cuestionado por la campaña sucia que utilizó para meterle miedo a la gente si optaban por un cambio de modelo económico por el uso del poder del gobierno a su favor y, sobre todo, por la parcialidad de las autoridades gubernamentales y electorales. Su legitimidad estaría puesta en duda y difícilmente remontaría este cuestionamiento de amplios sectores de la sociedad.
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