Todos quieren ser sus cuñados
Daniel Díaz/Cambio de Michoacán
Domingo 18 de Junio de 2006
«Yo quisiera ser tu cuñado, Felipe», gritaban algunos militantes «panistas» que viajaron de varias ciudades del interior del estado hacia la capital michoacana, para presenciar el concierto al aire libre de una banda conocida y el cierre de la campaña proselitista de Felipe Calderón Hinojosa.
Para los que llegaron a tiempo, hubo playeras, gorras, manitas, banderas y todas esas cosas que desde hace unos años los partidos políticos vienen implementando cuando está cercana la conclusión de las campañas políticas; al inicio también hubo gente que confundió las «palabras» del joven candidato al Senado de la República, Marko Cortés, con las de Calderón Hinojosa, pero fue la misma gente quien se dio cuenta de que el más confundido era el joven panista, pues en algún momento se atrevió a decir que el candidato a la Presidencia de la República de su partido «era uno de los hombres más cultos de México».
Se llegaba la hora de que el candidato presidencial hiciera uso de la «palabra», la gente seguía formada en una larga fila de media cuadra, esperando que de la camioneta bajaran las playeras y las gorras y las banderas y manitas, pero la lluvia aparecía y desaparecía, mojaba pero no ahuyentaba, los pequeños comerciantes vendían mientras, de cuando en cuando, se decían entre sí que «ojalá haya más eventos de estos, casi siempre traen varo los panistas, lo malo es que son repoquitos».
Llegó el momento para Calderón Hinojosa, sin embargo, después de un saludo a la militancia de su partido –y desde luego, después de asegurar que tiene las «manos limpias», que no tiene «cola que le pisen», y que «va arriba en las encuestas», dijo que a Michoacán le va ir «muy bien, pero muy bien»- dejó el micrófono en manos de dos deportistas «triunfadores» –que por supuesto, no son futbolistas-, pero sólo sus padres que se encontraban por allí, en medio de la masa y uno que otro militante de Uruapan, aplaudieron su tímida intervención.
La gente seguía ansiosa, pero no precisamente porque Calderón Hinojosa empezara su reiterativo «discurso», «a qué horas empezará a tocar la banda», se preguntaban entre sí, mientras caminaban por las veredas que entre la gente se abrían, compraban comida chatarra y regresaban a escuchar que el candidato presidencial de Acción Nacional arremetía en contra de los perredistas «pero no de todos, sino sólo de aquellos que buscan el poder», dijo Calderón, como disculpando a algunos.
Fiel a su estilo, la militancia panista se distinguía porque algunos se encontraban en los balcones de los conocidos hoteles del centro histórico de la capital michoacana, de cuando en cuando se asoma el presidente municipal, Salvador López Orduña, su secretario también y uno que otro funcionario, como Luis Mejía; la gente tuvo que limitarse a escuchar a Felipe, ya que muy poca logró acercarse al templete; «no veo nada», decían niños y señoras que a una cuadra del candidato movían las banderas y agitaban sus manitas, ya en ese momento, un «poquito» sucias.
«Llegaré a la Presidencia de la República peje a quien le peje», afirmó Calderón Hinojosa, mientras la gente se prendía al escuchar el nombre del lagarto tabasqueño, pero luego recomponía prometiendo que continuaría con los programas sociales que implementó el gobierno de Vicente Fox Quesada, y la gente seguía allí, caminando en esas dos cuadras.
Al sonar las campanas de la catedral, Felipe Calderón señalaba que los michoacanos y los mexicanos «no vivirían de limosnas», acto seguido, criticó superfluamente las propuestas de los candidatos priístas y la de los perredistas, ya que de la primera dijo que «habían llevada a la ruina el país» y de la segunda que «siembra el odio entre los mexicanos».
«Jelipe, yo también quiero ser tu cuñado», le insistían –casi le rogaban- al candidato presidencial de Acción Nacional, sin embargo, «Jelipe» se limitaba a decir que él era «todo terreno», o sea de tracción cuatro por cuatro, «me aprendí los atajos y por eso voy a llegar primero», en fin.
Domingo 18 de Junio de 2006
«Yo quisiera ser tu cuñado, Felipe», gritaban algunos militantes «panistas» que viajaron de varias ciudades del interior del estado hacia la capital michoacana, para presenciar el concierto al aire libre de una banda conocida y el cierre de la campaña proselitista de Felipe Calderón Hinojosa.
Para los que llegaron a tiempo, hubo playeras, gorras, manitas, banderas y todas esas cosas que desde hace unos años los partidos políticos vienen implementando cuando está cercana la conclusión de las campañas políticas; al inicio también hubo gente que confundió las «palabras» del joven candidato al Senado de la República, Marko Cortés, con las de Calderón Hinojosa, pero fue la misma gente quien se dio cuenta de que el más confundido era el joven panista, pues en algún momento se atrevió a decir que el candidato a la Presidencia de la República de su partido «era uno de los hombres más cultos de México».
Se llegaba la hora de que el candidato presidencial hiciera uso de la «palabra», la gente seguía formada en una larga fila de media cuadra, esperando que de la camioneta bajaran las playeras y las gorras y las banderas y manitas, pero la lluvia aparecía y desaparecía, mojaba pero no ahuyentaba, los pequeños comerciantes vendían mientras, de cuando en cuando, se decían entre sí que «ojalá haya más eventos de estos, casi siempre traen varo los panistas, lo malo es que son repoquitos».
Llegó el momento para Calderón Hinojosa, sin embargo, después de un saludo a la militancia de su partido –y desde luego, después de asegurar que tiene las «manos limpias», que no tiene «cola que le pisen», y que «va arriba en las encuestas», dijo que a Michoacán le va ir «muy bien, pero muy bien»- dejó el micrófono en manos de dos deportistas «triunfadores» –que por supuesto, no son futbolistas-, pero sólo sus padres que se encontraban por allí, en medio de la masa y uno que otro militante de Uruapan, aplaudieron su tímida intervención.
La gente seguía ansiosa, pero no precisamente porque Calderón Hinojosa empezara su reiterativo «discurso», «a qué horas empezará a tocar la banda», se preguntaban entre sí, mientras caminaban por las veredas que entre la gente se abrían, compraban comida chatarra y regresaban a escuchar que el candidato presidencial de Acción Nacional arremetía en contra de los perredistas «pero no de todos, sino sólo de aquellos que buscan el poder», dijo Calderón, como disculpando a algunos.
Fiel a su estilo, la militancia panista se distinguía porque algunos se encontraban en los balcones de los conocidos hoteles del centro histórico de la capital michoacana, de cuando en cuando se asoma el presidente municipal, Salvador López Orduña, su secretario también y uno que otro funcionario, como Luis Mejía; la gente tuvo que limitarse a escuchar a Felipe, ya que muy poca logró acercarse al templete; «no veo nada», decían niños y señoras que a una cuadra del candidato movían las banderas y agitaban sus manitas, ya en ese momento, un «poquito» sucias.
«Llegaré a la Presidencia de la República peje a quien le peje», afirmó Calderón Hinojosa, mientras la gente se prendía al escuchar el nombre del lagarto tabasqueño, pero luego recomponía prometiendo que continuaría con los programas sociales que implementó el gobierno de Vicente Fox Quesada, y la gente seguía allí, caminando en esas dos cuadras.
Al sonar las campanas de la catedral, Felipe Calderón señalaba que los michoacanos y los mexicanos «no vivirían de limosnas», acto seguido, criticó superfluamente las propuestas de los candidatos priístas y la de los perredistas, ya que de la primera dijo que «habían llevada a la ruina el país» y de la segunda que «siembra el odio entre los mexicanos».
«Jelipe, yo también quiero ser tu cuñado», le insistían –casi le rogaban- al candidato presidencial de Acción Nacional, sin embargo, «Jelipe» se limitaba a decir que él era «todo terreno», o sea de tracción cuatro por cuatro, «me aprendí los atajos y por eso voy a llegar primero», en fin.
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