El IFE y su falta de credibilidad
Por Angélica Beltrán / Maya Comunicación
Tan fraudulentas han sido las elecciones a lo largo de la historia de los comicios en nuestro país y tan grande la farsa de la lucha entre partidos, que se creó el Instituto Federal Electoral (IFE) hace 15 años, cuya misión sigue siendo la de organizar las elecciones federales y hacerlas ver limpias, transparentes y creíbles ante la ciudadanía.
No obstante los millones de pesos que se erogan para mantener en funcionamiento la maquinaria de este órgano electoral, además del Tribunal Electoral de la Federación (Trife) y la Fiscalía Especial para Delitos Electorales (Fepade), encargados en conjunto de hacer respetar el voto ciudadano y la limpieza en las campañas electorales, la credibilidad de los mismos aún está en entredicho entre los electores.
Y es que el monumental Instituto Federal Electoral, cuyo reglamento se condensa en el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE) no ha dado muestras de ser un organismo confiable desde su creación en octubre de 1990.
Y no es que los mexicanos de plano seamos tan desconfiados, sino que de acuerdo a la manera en que se eligen a sus funcionarios, conocidos como consejeros ciudadanos, da pie a la desconfianza, pues éstos son propuestos y elegidos por los partidos políticos dominantes.
Ante ello, no es de extrañar que tales consejeros tengan compromisos con los partidos que los postulan y eligen, y por ende, muestren favoritismos que medran la credibilidad de los órganos responsables de organizar los comicios.
Para muestra un botón. En el presente proceso electoral el candidato del PAN a la presidencia de la república, Felipe Calderón, inició como parte de su campaña una guerra sucia en contra de su rival más cercano; como parte de la campaña proselitista incluyó ataques y acusaciones sin fundamentos reales en contra de su oponente más cercano.
Entonces el IFE como autoridad electoral máxima no se involucró en tal caos, sino hasta varios meses después, cuando el partido afectado se inconformó y el Tribunal Electoral de la Federación (Trife) demandó la intervención del IFE en tal asunto. Sólo así, el consejero ciudadano presidente debió salir “con su sello de neutralidad” a ordenar que los spots de televisión y radio que faltaban a la verdad y atacaban con injurias a otro candidato fueran retirados del aire.
Claro que para entonces la campaña del panista ya iba muy avanzada y su simpatía había crecido al amparo del apoyo del gobierno federal y de autoridades “neutrales” como se mostraron los consejeros ciudadanos del IFE, con su parecer sordo ante las anomalías dentro de la contienda electoral, a favor del candidato oficial.
A estas alturas, los órganos autónomos no han logrado ganar el respeto y la confianza entre los electores, debido a su contacto con las autoridades y a que sus miembros –contrariamente a lo que su envestidura corresponde- no son elegidos por la ciudadanía, sino por los propios partidos políticos.
No obstante la desconfianza de los mexicanos hacia los órganos electorales, organismos internacionales, entre los que destaca la Organización de las Naciones Unidas, a través del proyecto de observación electoral para el Desarrollo en México, de acuerdo a un informe presentado hace algunos días, en México, dicen, sí existen garantías para unas elecciones limpias.
Sin embargo, ni los propios simpatizantes de cada partido están del todo confiado en las promesas de que las elecciones de este 2 de julio sean limpias, y hasta los actores políticos, incluido el gobierno de Vicente Fox, acusado por la oposición de favorecer al candidato oficial, han tenido que hacer un pacto de civilidad para mantener el orden luego de conocerse los resultados de las elecciones.
Tan fraudulentas han sido las elecciones a lo largo de la historia de los comicios en nuestro país y tan grande la farsa de la lucha entre partidos, que se creó el Instituto Federal Electoral (IFE) hace 15 años, cuya misión sigue siendo la de organizar las elecciones federales y hacerlas ver limpias, transparentes y creíbles ante la ciudadanía.
No obstante los millones de pesos que se erogan para mantener en funcionamiento la maquinaria de este órgano electoral, además del Tribunal Electoral de la Federación (Trife) y la Fiscalía Especial para Delitos Electorales (Fepade), encargados en conjunto de hacer respetar el voto ciudadano y la limpieza en las campañas electorales, la credibilidad de los mismos aún está en entredicho entre los electores.
Y es que el monumental Instituto Federal Electoral, cuyo reglamento se condensa en el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE) no ha dado muestras de ser un organismo confiable desde su creación en octubre de 1990.
Y no es que los mexicanos de plano seamos tan desconfiados, sino que de acuerdo a la manera en que se eligen a sus funcionarios, conocidos como consejeros ciudadanos, da pie a la desconfianza, pues éstos son propuestos y elegidos por los partidos políticos dominantes.
Ante ello, no es de extrañar que tales consejeros tengan compromisos con los partidos que los postulan y eligen, y por ende, muestren favoritismos que medran la credibilidad de los órganos responsables de organizar los comicios.
Para muestra un botón. En el presente proceso electoral el candidato del PAN a la presidencia de la república, Felipe Calderón, inició como parte de su campaña una guerra sucia en contra de su rival más cercano; como parte de la campaña proselitista incluyó ataques y acusaciones sin fundamentos reales en contra de su oponente más cercano.
Entonces el IFE como autoridad electoral máxima no se involucró en tal caos, sino hasta varios meses después, cuando el partido afectado se inconformó y el Tribunal Electoral de la Federación (Trife) demandó la intervención del IFE en tal asunto. Sólo así, el consejero ciudadano presidente debió salir “con su sello de neutralidad” a ordenar que los spots de televisión y radio que faltaban a la verdad y atacaban con injurias a otro candidato fueran retirados del aire.
Claro que para entonces la campaña del panista ya iba muy avanzada y su simpatía había crecido al amparo del apoyo del gobierno federal y de autoridades “neutrales” como se mostraron los consejeros ciudadanos del IFE, con su parecer sordo ante las anomalías dentro de la contienda electoral, a favor del candidato oficial.
A estas alturas, los órganos autónomos no han logrado ganar el respeto y la confianza entre los electores, debido a su contacto con las autoridades y a que sus miembros –contrariamente a lo que su envestidura corresponde- no son elegidos por la ciudadanía, sino por los propios partidos políticos.
No obstante la desconfianza de los mexicanos hacia los órganos electorales, organismos internacionales, entre los que destaca la Organización de las Naciones Unidas, a través del proyecto de observación electoral para el Desarrollo en México, de acuerdo a un informe presentado hace algunos días, en México, dicen, sí existen garantías para unas elecciones limpias.
Sin embargo, ni los propios simpatizantes de cada partido están del todo confiado en las promesas de que las elecciones de este 2 de julio sean limpias, y hasta los actores políticos, incluido el gobierno de Vicente Fox, acusado por la oposición de favorecer al candidato oficial, han tenido que hacer un pacto de civilidad para mantener el orden luego de conocerse los resultados de las elecciones.
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