El cuñadazo, huele a petróleo
México, D.F., 20 de junio (apro).- El 22 de enero de 2004, la prensa nacional informó que el entonces secretario de Energía, Felipe Calderón Hinojosa, se incorporó al Consejo de Administración de Petróleos Mexicanos Internacionales (PMI), la más importante de las cuatro filiales en las que se dividió Pemex y que genera más del 60 por ciento de sus ingresos.
A partir de esa posición, fuentes conocedoras de los jugosos negocios que se manejan en PMI, han señalado que Calderón conoció de los contratos por adjudicación directa que se celebraron con la empresa de software Hildebrando S. A. de C.V., ahora ampliamente conocida por su vínculo con Diego Zavala, el “cuñado incómodo”, del candidato panista.
Las mismas fuentes subrayan que las pistas en torno a los contratos entre PMI e Hildebrando no son fáciles de documentar porque, la mayoría, se hicieron vía off shore, uno de los mecanismos más socorridos en Petróleos Mexicanos Internacionales para contratos millonarios que no dejan rastros claros en la contabilidad de la empresa y que, presuntamente, violan el artículo 50 de la Ley de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios del Gobierno Federal.
El columnista Carlos Fernández Vega publicó el 10 de junio en el diario La Jornada que PMI firmó el contrato CIM-DA-003/04, en enero de 2004, con Hildebrando S.A. La adjudicación fue directa y el monto fue de 564 mil pesos. El 7 de junio del mismo año PMI firmó otro contrato (CIM-DA-103/04) con la misma empresa por 1 millón 848 mil 144. 32 pesos.
En su defensa, Diego Zavala ha asegurado en varias entrevistas que PMI “es una empresa mercantil diferente de Pemex, con personalidad jurídica y patrimonio propio; que no es una empresa paraestatal y por eso no está considerada dentro de Pemex”. Se le olvidó mencionar que desde el 22 de enero de 2004, su cuñado Felipe Calderón, entonces titular de Energía, pasó a formar parte del Consejo de Administración de la filial PMI.
La pista del PMI es tan sólo una de tantas del escándalo que se ha desatado en torno a la empresa Hildebrando y que, de acuerdo con todas las encuestas recientes, le ha costado a Felipe Calderón Hinojosa entre 4 y 6 puntos porcentuales en las preferencias electorales.
El punto esencial no son sólo los montos, sino los métodos a través de los cuales el señor Zavala y sus empresas –Hildebrando, Metadata, principalmente-- obtuvieron contratos por adjudicación directa.
Estamos hablando no del “populismo, que es un peligro para México”, como ha insistido ahora Calderón Hinojosa en sus mítines y en sus spots, sino de un vicio más arraigado en la cultura política mexicana: el patrimonialismo.
Es decir, la idea de que el aparato gubernamental y las empresas paraestatales constituyen un gran botín presupuestal al que hay que acceder a través de contratos mediante empresas a modo creadas por familiares, amigos o gente vinculada a los funcionarios en turno.
Es este patrimonialismo el que llevó a la quiebra moral y política a los regímenes priistas. También es este mismo fenómeno el que se reprodujo durante el gobierno de Vicente Fox, especialmente con los hijos de Marta Sahagún que emularon así las maneras de Raúl Salinas de Gortari, el “hermano incómodo” del salinato, para acceder a contratos en la construcción de carreteras, de viviendas y hasta abastecimiento de hospitales.
Las pistas ahora han llegado al propio Calderón Hinojosa, quien hizo de las manos limpias no sólo un eslogan, sino un atributo político que lo distinguía, incluso del propio foxismo.
El golpe asestado con la denuncia de López Obrador y del PRD en este último tramo de la campaña electoral, nunca se lo imaginó ni Calderón ni el propio Diego Zavala. Sólo así se explica la enorme cantidad de contradicciones y de pistas sueltas que han comenzado a articularse en torno a este escándalo.
El olor a petróleo de este escándalo no ha disminuido. En las cuentas secretas de PMI está una de las claves.
Comentarios: jenarovi@yahoo.com.mx
A partir de esa posición, fuentes conocedoras de los jugosos negocios que se manejan en PMI, han señalado que Calderón conoció de los contratos por adjudicación directa que se celebraron con la empresa de software Hildebrando S. A. de C.V., ahora ampliamente conocida por su vínculo con Diego Zavala, el “cuñado incómodo”, del candidato panista.
Las mismas fuentes subrayan que las pistas en torno a los contratos entre PMI e Hildebrando no son fáciles de documentar porque, la mayoría, se hicieron vía off shore, uno de los mecanismos más socorridos en Petróleos Mexicanos Internacionales para contratos millonarios que no dejan rastros claros en la contabilidad de la empresa y que, presuntamente, violan el artículo 50 de la Ley de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios del Gobierno Federal.
El columnista Carlos Fernández Vega publicó el 10 de junio en el diario La Jornada que PMI firmó el contrato CIM-DA-003/04, en enero de 2004, con Hildebrando S.A. La adjudicación fue directa y el monto fue de 564 mil pesos. El 7 de junio del mismo año PMI firmó otro contrato (CIM-DA-103/04) con la misma empresa por 1 millón 848 mil 144. 32 pesos.
En su defensa, Diego Zavala ha asegurado en varias entrevistas que PMI “es una empresa mercantil diferente de Pemex, con personalidad jurídica y patrimonio propio; que no es una empresa paraestatal y por eso no está considerada dentro de Pemex”. Se le olvidó mencionar que desde el 22 de enero de 2004, su cuñado Felipe Calderón, entonces titular de Energía, pasó a formar parte del Consejo de Administración de la filial PMI.
La pista del PMI es tan sólo una de tantas del escándalo que se ha desatado en torno a la empresa Hildebrando y que, de acuerdo con todas las encuestas recientes, le ha costado a Felipe Calderón Hinojosa entre 4 y 6 puntos porcentuales en las preferencias electorales.
El punto esencial no son sólo los montos, sino los métodos a través de los cuales el señor Zavala y sus empresas –Hildebrando, Metadata, principalmente-- obtuvieron contratos por adjudicación directa.
Estamos hablando no del “populismo, que es un peligro para México”, como ha insistido ahora Calderón Hinojosa en sus mítines y en sus spots, sino de un vicio más arraigado en la cultura política mexicana: el patrimonialismo.
Es decir, la idea de que el aparato gubernamental y las empresas paraestatales constituyen un gran botín presupuestal al que hay que acceder a través de contratos mediante empresas a modo creadas por familiares, amigos o gente vinculada a los funcionarios en turno.
Es este patrimonialismo el que llevó a la quiebra moral y política a los regímenes priistas. También es este mismo fenómeno el que se reprodujo durante el gobierno de Vicente Fox, especialmente con los hijos de Marta Sahagún que emularon así las maneras de Raúl Salinas de Gortari, el “hermano incómodo” del salinato, para acceder a contratos en la construcción de carreteras, de viviendas y hasta abastecimiento de hospitales.
Las pistas ahora han llegado al propio Calderón Hinojosa, quien hizo de las manos limpias no sólo un eslogan, sino un atributo político que lo distinguía, incluso del propio foxismo.
El golpe asestado con la denuncia de López Obrador y del PRD en este último tramo de la campaña electoral, nunca se lo imaginó ni Calderón ni el propio Diego Zavala. Sólo así se explica la enorme cantidad de contradicciones y de pistas sueltas que han comenzado a articularse en torno a este escándalo.
El olor a petróleo de este escándalo no ha disminuido. En las cuentas secretas de PMI está una de las claves.
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