La última y nos vamos
Por Karla Valenzuela
En una habitación casi vacía, en medio de un silencio sepulcral, Rachel dice: "Vamos a tomar un café", y los seis salen del departamento en el que rieron, lloraron, se odiaron, hicieron el amor y hasta "complotearon", para no volver a estar ahí nunca más. Al momento de cerrar la puerta, se oye a lo lejos la voz de Chandler que pregunta: "¿Dónde?", con el tono del viejo sarcasmo que lo caracteriza. Seguro irían al café Central Perk que hicieron famoso para la eternidad.
Éste es en pocas palabras el momento culminante de Friends, una de las series televisivas norteamericanas de más teleaudiencia en el mundo de los últimos tiempos. El alto "rating" que sostuvo durante una década respaldan la fama de la historia de estos amigos que tienen que aprender a convivir juntos en un apartamento (más bien en dos) y poco a poco irse forjando un destino, una identidad.
Creada por Marta Kauffman y David Crane, el primer episodio de la serie se transmitió el 22 de septiembre de 1994 por NBC, y casi de manera inmediata comenzó su difusión por los principales países de los cinco continentes con los mismos aires de triunfo que en Estados Unidos. Se convirtió en hit, por ejemplo, en Dinamarca, Noruega, Finlandia, España, Argentina y, por supuesto, en México.
Es más, tengo una amiga, Helen, que dice ser la fanática número uno de estos seis amigos que viven en Nueva York. Desde que la conozco sólo se refiere a los personajes como si hablara de sus propios "friends", y siempre actúa como si en su vida de veras existieran un Ross, una Rachel, un Chandler, una Mónica, un Joey y, claro, una Phoebe. Sin embargo, contrario a tal grado de apasionamiento, Helen sólo recuerda el último capítulo de la serie y no otro. En su memoria guarda únicamente el capítulo del 2004 en que el departamento luce desolado y los seis amigos parten en busca de la última taza de café, y no más. La serie tuvo unos 238 episodios en diez temporadas, hubo muchos instantes en que la comedia de situación rebasó la expectativa y conquistó la sorpresa, hubo momentos de extraordinaria cursilería, de verdadera ironía y emoción, pero Helen exclusivamente recuerda el último episodio como si hubiera sido ayer. Y no sé qué pasa ahí. No sé si de a buenas mi amiga perdió la cabeza o es que acaso sea cierto lo que dice el secretario de Elecciones del Partido Acción Nacional, Arturo García Portillo, respecto a que la última imagen es la que queda.
Y vaya que Felipe Calderón le debe tener mucha fe a esa sentencia, porque de no ser así no aumentaría a 13 millones 450 mil pesos el dinero destinado a la promoción de su candidatura en emisoras de radio y televisión, incrementando su presencia en horas de mayor audiencia de los noticieros más relevantes en el país. Al menos estos son los datos del último informe de una empresa independiente, que sigue desde el 19 de enero pasado los gastos realizados en campaña por los principales candidatos a la Presidencia de México, basándose en las tarifas de sus spots.
Publicado por el diario El Universal y por otros medios electrónicos, este seguimiento deja ver que Calderón pagó 42 millones 560 mil pesos entre el 10 y el 16 de junio para difundir 2 mil 193 anuncios de su campaña en radio y televisión.
Solamente el viernes pasado, Calderón transmitió 78 anuncios por televisión nacional, muchos de ellos en horario de máximo "rating", y 298 anuncios en los principales noticieros radiofónicos del país.
El panista difundió 2 mil 233 anuncios por los que habría pagado poco más de 29 millones de pesos y el gasto en promoción habría subido de una semana a otra en cerca de 13 millones 450 mil pesos.
Pero no se acongoje usted, ex timado lector (como dice alguien por ahí), este aumento en los gastos de imagen se deben a que, como dice el mismo secretario de Elecciones del PAN, intensificarán la presencia de Calderón en medios electrónicos, principalmente en los últimos días de campaña pues "son los mensajes con los que la gente se queda ya para ir a la casilla", aseguró con tal determinación que pareciera que de plano llamó tarados a los electores, o ya por lo bajito, bobos.
Y es que Calderón apela al cliché de que los mexicanos carecemos de memoria o que, si acaso, tenemos la memoria muy cortita. El simple hecho de plantearse una estrategia de campaña como ésa habla de que si sus manos de veras están limpias (¿usted cree?), su mente tiene mucho cochambre y piensa que nos puede nublar la cabeza con un mortal bombardeo de spots.
Pero hay noticias: Los mexicanos somos seres pensantes y no otra cosa (no subestimen, por favor); sabemos elegir quién jugó mejor el partido de futbol sin necesidad de comentaristas que nos guíen. Nadie aquí es el Mesías, el libre albedrío está por vivirse en su máxima expresión. Y ahí, no habrán spots ni dinero mal gastado que valga para lavarse las manos. El dos de julio se definirá todo y ni el Chapulín Colorado ayudará a nadie. Somos nosotros mismos quienes nos ayudaremos. Somos nosotros mismos, sin publicidad, sin burdos comerciales los que, entonces sí, habremos de comprar la idea de un país mejor a quien más nos convenga... Es curioso, los panistas invocan a la última imagen que nos quede, y cuando mi amiga Helen y yo nos tomamos unas cervezas ella siempre se acuerda del primer tarro y nunca del postrero, ¿ya ven que no para todo hay regla, señor Calderón? Entonces qué, amigo (a) lector (a)... como si fuéramos dos amigos en New York tratando de olvidar toda esta enajenación electorera... ¿la última y nos vamos?
kvalenzuela@gmail.com
En una habitación casi vacía, en medio de un silencio sepulcral, Rachel dice: "Vamos a tomar un café", y los seis salen del departamento en el que rieron, lloraron, se odiaron, hicieron el amor y hasta "complotearon", para no volver a estar ahí nunca más. Al momento de cerrar la puerta, se oye a lo lejos la voz de Chandler que pregunta: "¿Dónde?", con el tono del viejo sarcasmo que lo caracteriza. Seguro irían al café Central Perk que hicieron famoso para la eternidad.
Éste es en pocas palabras el momento culminante de Friends, una de las series televisivas norteamericanas de más teleaudiencia en el mundo de los últimos tiempos. El alto "rating" que sostuvo durante una década respaldan la fama de la historia de estos amigos que tienen que aprender a convivir juntos en un apartamento (más bien en dos) y poco a poco irse forjando un destino, una identidad.
Creada por Marta Kauffman y David Crane, el primer episodio de la serie se transmitió el 22 de septiembre de 1994 por NBC, y casi de manera inmediata comenzó su difusión por los principales países de los cinco continentes con los mismos aires de triunfo que en Estados Unidos. Se convirtió en hit, por ejemplo, en Dinamarca, Noruega, Finlandia, España, Argentina y, por supuesto, en México.
Es más, tengo una amiga, Helen, que dice ser la fanática número uno de estos seis amigos que viven en Nueva York. Desde que la conozco sólo se refiere a los personajes como si hablara de sus propios "friends", y siempre actúa como si en su vida de veras existieran un Ross, una Rachel, un Chandler, una Mónica, un Joey y, claro, una Phoebe. Sin embargo, contrario a tal grado de apasionamiento, Helen sólo recuerda el último capítulo de la serie y no otro. En su memoria guarda únicamente el capítulo del 2004 en que el departamento luce desolado y los seis amigos parten en busca de la última taza de café, y no más. La serie tuvo unos 238 episodios en diez temporadas, hubo muchos instantes en que la comedia de situación rebasó la expectativa y conquistó la sorpresa, hubo momentos de extraordinaria cursilería, de verdadera ironía y emoción, pero Helen exclusivamente recuerda el último episodio como si hubiera sido ayer. Y no sé qué pasa ahí. No sé si de a buenas mi amiga perdió la cabeza o es que acaso sea cierto lo que dice el secretario de Elecciones del Partido Acción Nacional, Arturo García Portillo, respecto a que la última imagen es la que queda.
Y vaya que Felipe Calderón le debe tener mucha fe a esa sentencia, porque de no ser así no aumentaría a 13 millones 450 mil pesos el dinero destinado a la promoción de su candidatura en emisoras de radio y televisión, incrementando su presencia en horas de mayor audiencia de los noticieros más relevantes en el país. Al menos estos son los datos del último informe de una empresa independiente, que sigue desde el 19 de enero pasado los gastos realizados en campaña por los principales candidatos a la Presidencia de México, basándose en las tarifas de sus spots.
Publicado por el diario El Universal y por otros medios electrónicos, este seguimiento deja ver que Calderón pagó 42 millones 560 mil pesos entre el 10 y el 16 de junio para difundir 2 mil 193 anuncios de su campaña en radio y televisión.
Solamente el viernes pasado, Calderón transmitió 78 anuncios por televisión nacional, muchos de ellos en horario de máximo "rating", y 298 anuncios en los principales noticieros radiofónicos del país.
El panista difundió 2 mil 233 anuncios por los que habría pagado poco más de 29 millones de pesos y el gasto en promoción habría subido de una semana a otra en cerca de 13 millones 450 mil pesos.
Pero no se acongoje usted, ex timado lector (como dice alguien por ahí), este aumento en los gastos de imagen se deben a que, como dice el mismo secretario de Elecciones del PAN, intensificarán la presencia de Calderón en medios electrónicos, principalmente en los últimos días de campaña pues "son los mensajes con los que la gente se queda ya para ir a la casilla", aseguró con tal determinación que pareciera que de plano llamó tarados a los electores, o ya por lo bajito, bobos.
Y es que Calderón apela al cliché de que los mexicanos carecemos de memoria o que, si acaso, tenemos la memoria muy cortita. El simple hecho de plantearse una estrategia de campaña como ésa habla de que si sus manos de veras están limpias (¿usted cree?), su mente tiene mucho cochambre y piensa que nos puede nublar la cabeza con un mortal bombardeo de spots.
Pero hay noticias: Los mexicanos somos seres pensantes y no otra cosa (no subestimen, por favor); sabemos elegir quién jugó mejor el partido de futbol sin necesidad de comentaristas que nos guíen. Nadie aquí es el Mesías, el libre albedrío está por vivirse en su máxima expresión. Y ahí, no habrán spots ni dinero mal gastado que valga para lavarse las manos. El dos de julio se definirá todo y ni el Chapulín Colorado ayudará a nadie. Somos nosotros mismos quienes nos ayudaremos. Somos nosotros mismos, sin publicidad, sin burdos comerciales los que, entonces sí, habremos de comprar la idea de un país mejor a quien más nos convenga... Es curioso, los panistas invocan a la última imagen que nos quede, y cuando mi amiga Helen y yo nos tomamos unas cervezas ella siempre se acuerda del primer tarro y nunca del postrero, ¿ya ven que no para todo hay regla, señor Calderón? Entonces qué, amigo (a) lector (a)... como si fuéramos dos amigos en New York tratando de olvidar toda esta enajenación electorera... ¿la última y nos vamos?
kvalenzuela@gmail.com
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