Salir de la noche en que todos los gatos son pardos
Miles de personas con sus movilizaciones están construyendo una democracia de carne y hueso; con ese ejemplo se liberan del tutelaje del amo, del poder
Rafael Mendoza Castillo/Cambio de Michoacán
El escenario político que está construyendo el movimiento de fuerzas sociales que hoy encabeza Andrés Manuel López Obrador se fortalece con las aspiraciones democráticas de los ciudadanos, con partido y sin partido, que visualizan y se identifican con un proyecto de izquierda, ajeno a los dogmas, a los fundamentalismos e integrismos.
En donde la libertad, la dignidad, la responsabilidad, los fines de la nación y la reflexión orienten las acciones de la política. Si no se traiciona este proceso ciudadano de movilización, estaremos en condiciones de construir el sujeto cultural que desafíe el orden neoliberal realmente existente.
Con las movilizaciones de ciudadanos en las calles de este país y su culminación en la Plaza de la Constitución (millón y medio de personas asistieron el 16 de julio de 2006), no acarreados, no manipulados, se muestra que el sujeto político y el sujeto erguido se hacen en el fragor de la lucha y la batalla política en la plaza pública.
Lo cierto es que si continuamos frente a la televisión comercial, la cual apoyó y sigue apoyando al candidato de la derecha panista, jamás se podrá construir una subjetividad rebelde e imaginativa. Frente al televisor se produce una subjetividad mínima, apta para el consumo y buena con lo establecido.
Hay que tomar distancia de lo instituido, de esas empresas de televisión, en donde la imagen predomina sobre el pensamiento crítico. Miles de personas, con su participación, están construyendo la democracia de carne y hueso. Ese ejemplo práctico las hace dueñas de sus actos y ejercen el dominio sobre su propio entendimiento y se liberan del tutelaje del amo del poder. Además, se revela ante el mundo que rechazamos el fraude electoral y el bienestar de unos pocos privilegiados que se han adueñado de las riquezas de la nación.
Por otro lado, esas acciones se orientan para desterrar, de raíz, sin simulación, sin programas de oportunidades, ni escuelas de calidad, el malestar de la mayoría. El pueblo con la movilización señala, que si no lo hace, su conciencia crítica, se puede convertir en un rebaño domesticado y dócil, para adaptarse al mundo de los señores del dinero y del modelo de explotación vigente. Por eso tenemos que ir más allá de la decisión que tome el TEPJF. La determinación de esta institución hará más fácil o difícil la transición a un orden social distinto al actual.
Al tiempo. Los ciudadanos al moverse, al convertirse en actores decididos cambian su habitus de conformidad, de indiferencia vacía, por un sentido de historia y de compromiso con los otros, los que están en la periferia del desarrollo del capitalismo depredador. No es poca tarea. Es cierto, verdad indubitable, que todos somos mexicanos, porque nacimos aquí. Pero ya en el desarrollo de la historia cultural y social, nos hicieron desiguales ante el acceso del disfrute de la vida.
Unos tienen todo y otros no tienen más que su fuerza desnutrida de trabajo. De ahí que la vida social y cultural no sea pareja. Lo mexicano es diverso: negro, mestizo e indio. Construyamos instituciones fundadas en la verdad, la justicia y el derecho. Que nos veamos iguales en lo real, en la forma y que se limite a los depredadores, corruptos y explotadores. De otra forma no puede haber conciliación.
Este cuento lo he escuchado ya muchas veces. Como dice el poeta León Felipe: «Ya no me cuentes cuentos, que ya me los sé todos». No puede haber conciliación donde hay brutal desigualdad en todos los órdenes. La derecha nos quiere asustar con la violencia y se atreve a acusarnos de violentos, renegados.
Yo me pregunto: ¿Qué acaso no es violento mantener a la gente en la extrema pobreza, por decisión del poder? ¿No es violencia el hecho de que un niño no asista a la escuela? ¿No es violencia sobrevivir con el salario mínimo? ¿No es violencia reprimir a los que protestan? ¿No es violencia privatizar lo público? ¿No es violencia ensuciar las elecciones? ¿Por qué, entonces, la derecha nacional y extranjera quieren que seamos buenos, pacíficos, que pongamos la otra mejilla y que soportemos la humillación?
Porque quieren seguirnos robando el patrimonio de la nación. Que es de todos los que aquí hemos nacido. La derecha quiere imponer su discurso y punto de vista de la paz neutral a los otros. El abanderado de esta última, Felipe Calderón, nos propone un gobierno de coalición y de conciliación entre clases o como algunos le llaman, de cohabitación política... Y aquí no pasó nada.
Pero de qué paz se trata. Quieren paz para seguir robando al amparo del gobierno. Quieren paz para esclavizar y colonizar la conciencia con el consumo. Quieren paz para vender el petróleo y la energía eléctrica y quieren paz para divertirse, gozar del poder y enriquecer a sus familias. Escuché decir, en la movilización del domingo 16 de julio de 2006, a la gente, que esa paz ya no la quieren.
Que es mejor la paz de la dignidad, de la libertad y la justicia, es decir, reclaman otro mundo social. Si el amo no escucha, peor para el amo. Como bien lo dicen Sergio Pitol y Carlos Monsiváis: «Hoy, la gente es sinónimo del yo y esta operación donde lo colectivo apenas enmascara lo individual es propio del Tiempo donde el egoísmo a ultranza no funciona y la tradición insiste en el egoísmo».
Se está cayendo por tierra la mitología social que afirmaba que en el país las clases sociales han desaparecido. Que todos en la noche somos iguales. Eso no es cierto, porque existe una minoría muy satisfecha y una mayoría que carece de lo estrictamente necesario. La verdad siempre se impone. Nosotros estamos escindidos en clases sociales: izquierda y derecha. Como bien lo afirma Juan María Alponte: «Un país dividido en dos por una elección democrática y pacífica no supone, en modo alguno, el caos.
Significa que el hombre y la mujer, como realidades concretas, reales, se encontraron con un problema que no pudieron resolver». La construcción de la República democrática, fundada en la libertad, sigue esperando. Si la política tiene sentido es porque busca una sociedad donde los hombres y mujeres sean libres. ¿Para qué quiero ser feliz si no tengo libertad?
Rafael Mendoza Castillo/Cambio de Michoacán
El escenario político que está construyendo el movimiento de fuerzas sociales que hoy encabeza Andrés Manuel López Obrador se fortalece con las aspiraciones democráticas de los ciudadanos, con partido y sin partido, que visualizan y se identifican con un proyecto de izquierda, ajeno a los dogmas, a los fundamentalismos e integrismos.
En donde la libertad, la dignidad, la responsabilidad, los fines de la nación y la reflexión orienten las acciones de la política. Si no se traiciona este proceso ciudadano de movilización, estaremos en condiciones de construir el sujeto cultural que desafíe el orden neoliberal realmente existente.
Con las movilizaciones de ciudadanos en las calles de este país y su culminación en la Plaza de la Constitución (millón y medio de personas asistieron el 16 de julio de 2006), no acarreados, no manipulados, se muestra que el sujeto político y el sujeto erguido se hacen en el fragor de la lucha y la batalla política en la plaza pública.
Lo cierto es que si continuamos frente a la televisión comercial, la cual apoyó y sigue apoyando al candidato de la derecha panista, jamás se podrá construir una subjetividad rebelde e imaginativa. Frente al televisor se produce una subjetividad mínima, apta para el consumo y buena con lo establecido.
Hay que tomar distancia de lo instituido, de esas empresas de televisión, en donde la imagen predomina sobre el pensamiento crítico. Miles de personas, con su participación, están construyendo la democracia de carne y hueso. Ese ejemplo práctico las hace dueñas de sus actos y ejercen el dominio sobre su propio entendimiento y se liberan del tutelaje del amo del poder. Además, se revela ante el mundo que rechazamos el fraude electoral y el bienestar de unos pocos privilegiados que se han adueñado de las riquezas de la nación.
Por otro lado, esas acciones se orientan para desterrar, de raíz, sin simulación, sin programas de oportunidades, ni escuelas de calidad, el malestar de la mayoría. El pueblo con la movilización señala, que si no lo hace, su conciencia crítica, se puede convertir en un rebaño domesticado y dócil, para adaptarse al mundo de los señores del dinero y del modelo de explotación vigente. Por eso tenemos que ir más allá de la decisión que tome el TEPJF. La determinación de esta institución hará más fácil o difícil la transición a un orden social distinto al actual.
Al tiempo. Los ciudadanos al moverse, al convertirse en actores decididos cambian su habitus de conformidad, de indiferencia vacía, por un sentido de historia y de compromiso con los otros, los que están en la periferia del desarrollo del capitalismo depredador. No es poca tarea. Es cierto, verdad indubitable, que todos somos mexicanos, porque nacimos aquí. Pero ya en el desarrollo de la historia cultural y social, nos hicieron desiguales ante el acceso del disfrute de la vida.
Unos tienen todo y otros no tienen más que su fuerza desnutrida de trabajo. De ahí que la vida social y cultural no sea pareja. Lo mexicano es diverso: negro, mestizo e indio. Construyamos instituciones fundadas en la verdad, la justicia y el derecho. Que nos veamos iguales en lo real, en la forma y que se limite a los depredadores, corruptos y explotadores. De otra forma no puede haber conciliación.
Este cuento lo he escuchado ya muchas veces. Como dice el poeta León Felipe: «Ya no me cuentes cuentos, que ya me los sé todos». No puede haber conciliación donde hay brutal desigualdad en todos los órdenes. La derecha nos quiere asustar con la violencia y se atreve a acusarnos de violentos, renegados.
Yo me pregunto: ¿Qué acaso no es violento mantener a la gente en la extrema pobreza, por decisión del poder? ¿No es violencia el hecho de que un niño no asista a la escuela? ¿No es violencia sobrevivir con el salario mínimo? ¿No es violencia reprimir a los que protestan? ¿No es violencia privatizar lo público? ¿No es violencia ensuciar las elecciones? ¿Por qué, entonces, la derecha nacional y extranjera quieren que seamos buenos, pacíficos, que pongamos la otra mejilla y que soportemos la humillación?
Porque quieren seguirnos robando el patrimonio de la nación. Que es de todos los que aquí hemos nacido. La derecha quiere imponer su discurso y punto de vista de la paz neutral a los otros. El abanderado de esta última, Felipe Calderón, nos propone un gobierno de coalición y de conciliación entre clases o como algunos le llaman, de cohabitación política... Y aquí no pasó nada.
Pero de qué paz se trata. Quieren paz para seguir robando al amparo del gobierno. Quieren paz para esclavizar y colonizar la conciencia con el consumo. Quieren paz para vender el petróleo y la energía eléctrica y quieren paz para divertirse, gozar del poder y enriquecer a sus familias. Escuché decir, en la movilización del domingo 16 de julio de 2006, a la gente, que esa paz ya no la quieren.
Que es mejor la paz de la dignidad, de la libertad y la justicia, es decir, reclaman otro mundo social. Si el amo no escucha, peor para el amo. Como bien lo dicen Sergio Pitol y Carlos Monsiváis: «Hoy, la gente es sinónimo del yo y esta operación donde lo colectivo apenas enmascara lo individual es propio del Tiempo donde el egoísmo a ultranza no funciona y la tradición insiste en el egoísmo».
Se está cayendo por tierra la mitología social que afirmaba que en el país las clases sociales han desaparecido. Que todos en la noche somos iguales. Eso no es cierto, porque existe una minoría muy satisfecha y una mayoría que carece de lo estrictamente necesario. La verdad siempre se impone. Nosotros estamos escindidos en clases sociales: izquierda y derecha. Como bien lo afirma Juan María Alponte: «Un país dividido en dos por una elección democrática y pacífica no supone, en modo alguno, el caos.
Significa que el hombre y la mujer, como realidades concretas, reales, se encontraron con un problema que no pudieron resolver». La construcción de la República democrática, fundada en la libertad, sigue esperando. Si la política tiene sentido es porque busca una sociedad donde los hombres y mujeres sean libres. ¿Para qué quiero ser feliz si no tengo libertad?
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home