julio 05, 2006

La elección sospechosa

Los comicios presidenciales de México enfrentan a derecha e izquierda, al norte con el sur

SALVADOR FraustoCoordinador editorial de la revista Gatopardo
Las elecciones presidenciales del 2 de julio evidenciaron que México es en realidad dos Méxicos. El norte próspero, cercano ideológica y culturalmente a Estados Unidos, votó mayoritariamente por el candidato de la derecha, Felipe Calderón. Y el sur pobre, identificado con las costumbres latinoamericanas, apoyó en las urnas al izquierdista Andrés Manuel López Obrador. Las dos fuerzas son tan parejas, que los resultados preliminares de los comicios señalan que Calderón, candidato del Partido Acción Nacional (PAN), superó por un punto porcentual a López Obrador, representante del Partido de la Revolución Democrática (PRD).

Como resultado de estas divisiones, la sociedad mexicana se encuentra en un periodo de incertidumbre porque el Instituto Federal Electoral (IFE) anunció que no podía declarar ganador de la contienda a ninguno de los dos competidores. Y no será sino hasta el domingo --o quizá más tarde-- cuando el IFE termine de contar los votos de cada una de las urnas. La irresponsabilidad de algunos medios de comunicación mexicanos, que se han apurado en dar como ganador a Calderón, ha contribuido a generar mayor inconformidad entre los sectores que apoyan a López Obrador. Esta situación ha propiciado que el partido de izquierda esté organizando a sus bases de apoyo para salir a la calle a protestar en caso de que se compruebe lo que ellos suponen.

Y es que la tesis de la izquierda es que el partido en el Gobierno, el PAN, hizo trampa. El PRD tiene algunas pruebas que demuestran, por lo menos, una serie de inconsistencias e irregularidades. En el recuento del IFE no aparecen tres millones de votantes, cantidad suficiente para dar la vuelta a una elección en la que oficialmente Calderón está 400.000 votos por encima de López Obrador.

También ha podido documentar que en algunas urnas les contaron menos votos de los que obtuvieron. Pero la madre de todas las sospechas radica en que cuando arrancó el PREP --el sistema de recuento de votos que aparece en internet-- Calderón llevaba entre 7 y 10 puntos de ventaja. Al paso de las horas la tendencia de voto se estrechó para terminar con un 36,34% para Calderón y un 35,34% para López Obrador.

La extrañeza crece si se observa que la votación para diputados es mayor que la votación para presidente. O en la primera hay 500.000 votos extra o en la segunda 500.000 no contados. En otros casos la izquierda descubrió que hay urnas contadas dos veces, como una de Jalisco en la que Calderón recibió 129 votos, pero el PREP le dio 258.

CUANDO LOS mexicanos creían que la democracia estaba funcionando a la perfección, viene esto, una elección en la que día a día se van sumando inconsistencias. El asunto no puede más que recordar la larga tradición de fraudes electorales que caracterizaron a nuestro país. El viejo PRI, que gobernó durante 71 años ininterrumpidos, y que solo dejó el poder cuando en el 2000 fue derrotado por Vicente Fox, solía ser muy diestro para operar fraudes y ganar las elecciones. Ahora los mexicanos ven azorados el desfile de irregularidades y a la vez no pueden creer que el PAN sea capaz de hacer trampa.

La circunstancia actual obliga a recordar que en 1988 el izquierdista Cuauhtémoc Cárdenas fue despojado de su triunfo electoral por el candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari. Los años y las pruebas se han encargado de sembrar la idea socialmente compartida de que aquello fue un fraude. Pero ni las protestas de la izquierda ni las movilizaciones sociales lograron esclarecer aquel episodio.

Ahora, López Obrador, un izquierdista moderado más parecido a Lula que a Hugo Chávez, ordenó a su equipo que revisara la votación urna por urna, y en una entrevista por TV se comprometió a aceptar los resultados, incluso si perdía, pero con la condición de que el IFE contara con rigor cada una de las actas de votación y aclarara las inconsistencias denunciadas por el PRD. Las sospechas crecen porque unas semanas antes de los comicios, durante el debate entre los candidatos, López Obrador mostró pruebas que revelaban que un cuñado de Calderón se había enriquecido gracias a contratos otorgados por el Gobierno. "El cuñado incómodo", como fue bautizado por López Obrador, también había proveído, a través de una de sus empresas, al IFE de sistemas informáticos. Por ello el PRD pidió que se aclarase esto antes de los comicios, para evitar un posible fraude cibernético.

Y AQUÍestamos. Debatiendo sobre la veracidad del sistema de cómputo que da ventaja de un punto a Calderón. Los simpatizantes del PAN sólo ven locura en los argumentos de la izquierda, en tanto que éstos van decididos a denunciar las irregularidades, lo que derivará en un periodo poselectoral lleno de incertidumbre porque la próxima semana el IFE tendrá que dar sus resultados al Tribunal Electoral, el organismo encargado de calificar la elección y de entregar el certificado de presidente electo al ganador. Y mientras todo eso pasa, México está dividido por las feroces campañas en las que los candidatos se acusaron de todo: de corruptos y populistas, de proclives a favorecer a los ricos o de capaces de incrementar la deuda del país.

La contienda no pudo ser más reñida, pues 16 estados del país votaron por Calderón y 16 lo hicieron por López Obrador. El norte está con el PAN, el sur está con el PRD. La peligrosa broma que corre estos días entre los simpatizantes de la izquierda es: "OK, que Calderón gobierne el norte y que López Obrador gobierne el sur. Así, todos contentos". Pero no será así; medio país quedará descontento con los resultados y, seguro, el próximo dirigente tendrá una legitimidad bajísima. El 65% del electorado no quería que él, sea quien sea, fuera presidente de México.