México, sin sorpresas
Eduardo Stanley
Fresno.- Las elecciones presidenciales del 2 de julio prometen cambiar muy poco el futuro del país. Son una formalidad que el Partido de la Revolución Institucional (PRI) organizaba cada seis años. El PRI estuvo en el poder durante 71 años y aún gobierna en estados como Oaxaca.
En 1988, el PRI se enfrentó por primera vez a una oposición, cuando un amplio sector de reconocidos dirigentes, encabezados por Cuauhtemoc Cárdenas, renunciaron al partido y decidieron enfrentarlo en elecciones abiertas. Cárdenas convocó a la ciudadanía a derrotar la corrupta burocracia priista y su cultura política de abuso de poder. Casi lo logra. El PRI tuvo que recurrir a nuevos métodos de fraude electoral para contener el masivo deseo de cambio.
Así llegó Carlos Salinas de Gortari a la presidencia de México (1988-1994). La Corriente Democrática de Cárdenas, que luego se convertiría en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), sufrió represión y asesinatos de muchos de sus integrantes y el fraude electoral que impidió durante años sus triunfos electorales. Pero los cambios sociales no se pueden detener a la fuerza.
Finalmente, la ciudadanía mexicana decidió que ya estaba harta de la misma clase dirigente, sus vicios y abusos. En 2000 le dió en triunfo electoral a Vicente Fox, del Partido de Acción Nacional (PAN), con el mandato de cambiar la forma de hacer política y de gobernar en el país. No cumplió.
El clima de la campaña actual ha cambiado en relación al año 2000. Aunque algo se mantiene igual: el permanente ataque al PRD, esta vez no sólo de parte del PRI sinó también del PAN.
Desde el poder, el PAN buscó acabar politicamente con el candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador. Hace dos años, mientras era gobernador de Ciudad de México, el gobierno federal intentó destituirlo a causa de un supuesto fraude. La acción de Fox, con la complicidad del PRI, generó un efecto bumerang. Mientras la popularidad de López Obrador aumentaba, la del presidente y su partido se hundían. Finalmente, Fox tuvo que anular la destitución y firmar un "pacto de no agresión" con el perredista. Pero ya en campaña, los ataques desde la presidencia continuaron.
A pesar de la poca experiencia en el poder, el PAN demostró haber aprendido muy rápidamente los vicios de sus antecesores. Mientras el presidente Fox busca desprestigiar a López Obrador, recursos del gobierno federal son usados en apoyo al candidato presidencial de su partido, Felipe Calderón.
Después de seis años, la administración Fox tiene poco para mostrar. No hubo un definido proyecto económico y social, no se realizaron obras de infraestructura significativas, el desempleo sigue siendo alto mexicana a Estados Unidos nunca se detuvo creció. Y en materia de relaciones exteriores, sus críticos aseguran que Fox se entregó aún más a Washington.
Calderón busca mantener este modelo, condimentado con promesas electorales como reducir impuestos a empresas pequeñas y ampliar el alcance del seguro médico. Buscará privatizar los recursos energéticos, algo a lo que se resisten amplios sectores sociales.
Por su parte, el PRI parece que no se recuperará. Aunque las encuestas no son fiables, el PRI aparece en todas en tercer lugar. Además, Madrazo tiene un pasado politico dudoso y poco carisma.
Entre sus promesas electorales, las más destacadas son la compensación económica a agricultures perjudicados por el Tratado de Libre Comercio, implementar planes de construcción para contrarrestar el desempeo y crear una fuerza de 50,000 agentes policiales para combatir el narcomenudeo. Aunque no se definió abiertamente al respecto, parece aceptar la privatización de la energía.
Pero no sólo los candidates del PAN y del PRI critican a López Obrador. El subcomandante Marcos también se lanzó contra el candidato del PRD. La gira política nacional de Marcos, llamada "La otra campaña", donde ahora se hace llamar delegado Cero aunque use la misma mascara, no despertó el entusiamo esperado. Sólo la prensa dominante aprovechó para recoger sus opiniones contra López Obrador.
¿Y por qué tanto encono contra el candidato del PRD? Para el PRI, Obrador es cuestión de clase pues huele a izquierda. Por eso su campaña electoral promovió el temor de la ciudadanía ante una posible victoria de López Obrador.
Temores infundados. El candidato del PRD podría ser considerado apenas un centrista que ni siquiera cuestiona el TLC ni rechaza el capital. Si llega al poder, destinará más recursos a obras sociales, acceso a la salud y a la educación. En otras palabras, propone una distribución más equilibrada del ingreso nacional. Nada revolucionario, pero suficiente para preocupar a quienes quieren utilizar los recursos del país como botín dedicado a corporaciones privadas.
A pesar de una mayor movilización social de la ciudadanía, el panorama politico de México no es muy prometedor: corrupción política, graves problemas de seguridad a causa del narcotráfico, politización de la justicia y falta de programas de desarrollo económico y social que los candidatos principales parecen ignorar. No sería sorprendente, entonces, que el verdadero triunfador de las elecciones del 2 de julio sea la indiferencia.
Fresno.- Las elecciones presidenciales del 2 de julio prometen cambiar muy poco el futuro del país. Son una formalidad que el Partido de la Revolución Institucional (PRI) organizaba cada seis años. El PRI estuvo en el poder durante 71 años y aún gobierna en estados como Oaxaca.
En 1988, el PRI se enfrentó por primera vez a una oposición, cuando un amplio sector de reconocidos dirigentes, encabezados por Cuauhtemoc Cárdenas, renunciaron al partido y decidieron enfrentarlo en elecciones abiertas. Cárdenas convocó a la ciudadanía a derrotar la corrupta burocracia priista y su cultura política de abuso de poder. Casi lo logra. El PRI tuvo que recurrir a nuevos métodos de fraude electoral para contener el masivo deseo de cambio.
Así llegó Carlos Salinas de Gortari a la presidencia de México (1988-1994). La Corriente Democrática de Cárdenas, que luego se convertiría en el Partido de la Revolución Democrática (PRD), sufrió represión y asesinatos de muchos de sus integrantes y el fraude electoral que impidió durante años sus triunfos electorales. Pero los cambios sociales no se pueden detener a la fuerza.
Finalmente, la ciudadanía mexicana decidió que ya estaba harta de la misma clase dirigente, sus vicios y abusos. En 2000 le dió en triunfo electoral a Vicente Fox, del Partido de Acción Nacional (PAN), con el mandato de cambiar la forma de hacer política y de gobernar en el país. No cumplió.
El clima de la campaña actual ha cambiado en relación al año 2000. Aunque algo se mantiene igual: el permanente ataque al PRD, esta vez no sólo de parte del PRI sinó también del PAN.
Desde el poder, el PAN buscó acabar politicamente con el candidato del PRD, Andrés Manuel López Obrador. Hace dos años, mientras era gobernador de Ciudad de México, el gobierno federal intentó destituirlo a causa de un supuesto fraude. La acción de Fox, con la complicidad del PRI, generó un efecto bumerang. Mientras la popularidad de López Obrador aumentaba, la del presidente y su partido se hundían. Finalmente, Fox tuvo que anular la destitución y firmar un "pacto de no agresión" con el perredista. Pero ya en campaña, los ataques desde la presidencia continuaron.
A pesar de la poca experiencia en el poder, el PAN demostró haber aprendido muy rápidamente los vicios de sus antecesores. Mientras el presidente Fox busca desprestigiar a López Obrador, recursos del gobierno federal son usados en apoyo al candidato presidencial de su partido, Felipe Calderón.
Después de seis años, la administración Fox tiene poco para mostrar. No hubo un definido proyecto económico y social, no se realizaron obras de infraestructura significativas, el desempleo sigue siendo alto mexicana a Estados Unidos nunca se detuvo creció. Y en materia de relaciones exteriores, sus críticos aseguran que Fox se entregó aún más a Washington.
Calderón busca mantener este modelo, condimentado con promesas electorales como reducir impuestos a empresas pequeñas y ampliar el alcance del seguro médico. Buscará privatizar los recursos energéticos, algo a lo que se resisten amplios sectores sociales.
Por su parte, el PRI parece que no se recuperará. Aunque las encuestas no son fiables, el PRI aparece en todas en tercer lugar. Además, Madrazo tiene un pasado politico dudoso y poco carisma.
Entre sus promesas electorales, las más destacadas son la compensación económica a agricultures perjudicados por el Tratado de Libre Comercio, implementar planes de construcción para contrarrestar el desempeo y crear una fuerza de 50,000 agentes policiales para combatir el narcomenudeo. Aunque no se definió abiertamente al respecto, parece aceptar la privatización de la energía.
Pero no sólo los candidates del PAN y del PRI critican a López Obrador. El subcomandante Marcos también se lanzó contra el candidato del PRD. La gira política nacional de Marcos, llamada "La otra campaña", donde ahora se hace llamar delegado Cero aunque use la misma mascara, no despertó el entusiamo esperado. Sólo la prensa dominante aprovechó para recoger sus opiniones contra López Obrador.
¿Y por qué tanto encono contra el candidato del PRD? Para el PRI, Obrador es cuestión de clase pues huele a izquierda. Por eso su campaña electoral promovió el temor de la ciudadanía ante una posible victoria de López Obrador.
Temores infundados. El candidato del PRD podría ser considerado apenas un centrista que ni siquiera cuestiona el TLC ni rechaza el capital. Si llega al poder, destinará más recursos a obras sociales, acceso a la salud y a la educación. En otras palabras, propone una distribución más equilibrada del ingreso nacional. Nada revolucionario, pero suficiente para preocupar a quienes quieren utilizar los recursos del país como botín dedicado a corporaciones privadas.
A pesar de una mayor movilización social de la ciudadanía, el panorama politico de México no es muy prometedor: corrupción política, graves problemas de seguridad a causa del narcotráfico, politización de la justicia y falta de programas de desarrollo económico y social que los candidatos principales parecen ignorar. No sería sorprendente, entonces, que el verdadero triunfador de las elecciones del 2 de julio sea la indiferencia.
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